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En 2005 se cumplió el cuarto centenario de la primera edición de “El Quijote”, la obra que ha hecho “inmortal” a Miguel de Cervantes. El éxito fue prácticamente inmediato, no solo en España, sino en toda Europa. Muchas primeras ediciones surgieron en Portugal, Francia, Flandes, Alemania, Italia y en otros países de aquella Europa donde estaba casi recién parida la imprenta de Guttemberg. Esta onomástica dio lugar, en España y en todo el mundo, a un año (en 2005) de actos y eventos.
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Pero también entonces había plagios y piratería (nos referimos al siglo XV). Por eso surgió un tal Alonso Fernández de Avellaneda que, ni corto ni perezoso, sacó una continuación del libro de Cervantes en 1614, como si el primer libro lo hubiese escrito él. Por supuesto, sin los permisos del verdadero autor de la obra. Así que éste no tuvo más remedio que escribir la segunda parte sobre las andanzas de su Caballero de la Triste Figura, cuya publicación tuvo lugar en 1615. Por eso, en este año de 2015 se están celebrando nuevas efemérides y actividades relacionadas con dicho libro. Nosotros hacemos nuestra pequeña contribución con este artículo que recoge las principales películas filmadas sobre la novela cervantina.
En 1614 aparece como impreso en Tarragona, al cuidado del librero Felipe Roberto, el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas.
Existen novelas difíciles de llevar al cine, obras, esencialmente, escritas para ser leídas, cuyas adaptaciones cinematográficas, en el mejor de los casos, se han quedado cojas, cuando no han patinado por su dificultad para ser llevadas a la pantalla. “El Quijote” de Cervantes es uno de los ejemplos más a la vista de lo que decimos. Y no es que falten adaptaciones cinematográficas de este monumental libro de la Historia de la Humanidad (el más leído después de la Biblia, traducido a más de 60 idiomas, más de 5.000 ediciones desde 1611), que las hay, sino que la mayoría se han reducido al empleo de una parte de su inmensa y maravillosa prosa (los capítulos más conocidos) a unas cuantas secuencias cinematográficas, hiladas en torno a las andanzas de los protagonistas por la Mancha.
El problema radica ahí: en la extensión de su argumento, en la sutil y profunda psicología de su lenguaje. ¿Se podía reducir para aquel “Don Quijote” de 250 metros de película que Francisco Tressol y Joaquín Carrasco rodaron en 1908 para la productora Iris Films? Por supuesto que no. Claro, eran otros tiempos, los del inicio del cine (todavía no bautizado como Séptimo Arte) en los que todo lo que se filmaba tenía ese metraje, el suficiente para asombrar a su primer público. Pero ahí tenemos la que, probablemente, será la primera aproximación del cine a la obra cervantina.
Hay pocos libros que hayan llegado a nuestra época tan frescos y elogiados. El de don Miguel sigue siendo para muchos el edificio más alto y sólido de la literatura universal. Miles de autores y obras literarias, muchas de ellas con gran ahondamiento de lo psicológico, han irrumpido en el entramado tan complejo de los personajes manchegos: en los de don Quijote y Sancho Panza, de Dulcinea del Toboso, la Maritornes y el Ventero, del Cardenio y Dorotea, del barbero y el cura, de los labriegos, pelantrines, pastores, farmacéuticos… Recordemos uno, el de “La ruta de don Quijote”, que escribiera Azorín en 1912. El gran maestro de la Generación del 98 dice en él: “Penetremos en la sencilla estancia (…). Don Alonso Quijano el Bueno está sentado ante una recia y obscura mesa de nogal; sus codos puntiagudos, huesudos, se apoyan con energía sobre el duro tablero; sus miradas ávidas se clavan en los blancos folios, llenos de letras pequeñitas, de un inmenso volumen (…). Estamos, lector, en Argamasilla de Alba en 1570, en 1572 o en 1575”.
1912, la España, la Mancha, la Argamasilla de Alba, dice Azorín, era prácticamente igual que en el siglo XVI. Sin embargo, aunque quedan márgenes para la imaginación, nada tiene que ver aquella Argamasilla de Alba cervantina, ni la mayoría de los pueblos manchegos de entonces, con las poblaciones de la ruta del Quijote de 2015. Pero a pesar de ello, nuestro simpar hidalgo y el buenazo del escudero, siguen vivos en la nobleza y caballerosidad, no solamente de muchos lugareños del pueblo de Ciudad Real que lo vio nacer, sino en la quintaesencia de la mayoría de las gentes de todos los pueblos manchegos: más aún, siguen vivos en la hidalguía de muchas de las gentes de todos los pueblos del mundo.
Llevarlos a la pantalla es una tarea de genios. Por eso resulta tan difícil cinematografiar el libro de Cervantes. Un inmortal del cine lo intentó o le pasó por la mente: Charles Chaplin. Pero el proyecto se le diluyó en esa masa de imágenes geniales que era su cabeza. Más decisión tuvo otro genio, Orson Welles, con un resultado que fue durante mucho tiempo uno de los secretos mejor guardados del cine. Se rodó en agosto, septiembre y octubre de 1957 en México, Puebla, Tepozlán, Texcoco y Río Frío. Y se estrenó en la versión que montó Jesús Franco en 1992 (con el título “Don Quijote de Orson Welles”), siguiendo el guión previo que el cineasta se había inventado, y donde Don Quijote y Sancho Panza viven varias aventuras en los años cincuenta del siglo pasado. Además del cineasta, encarnándose a sí mismo, y de Patty McCormack (que hace las veces de Dulcinea), Akim Tamiroff da vida a Sancho Panza y Francisco Reiguera a Don Quijote. El film fue rodado en México, Puebla, Tepozlán, Texcoco y Río Frío. La producción corrió a cargo de Óscar Dancínger.Llevarlos a la pantalla es una tarea de genios. Por eso resulta tan difícil cinematografiar el libro de Cervantes.
El director de “Ciudadano Kane” (1940) ha sido el único cineasta que ha intentado actualizar el libro de Cervantes. El resto se ha conformado con pintar a Don Quijote y Sancho Panza recorriendo los parajes manchegos de su tiempo. “Tarea ardua es la de pintar a Don Quijote –escribe Miguel de Unamuno en 1944 en “El Caballero de la Triste Figura” –, harto más difícil que la de hinchar un perro”. Pues bien, esta pintura en imágenes que se ha hecho en otros países, ha sido desigual, aunque, insistimos, todas las versiones cinematográficas se han limitado a contar algunas de las aventuras más conocidas del libro, por ser las más fáciles de narrar y las más comerciales, si pensamos en el público que las iba a ver.
Don Quijote, en personajes reales y en animación, ha cabalgado, que nosotros sepamos, en México, Rusia, Estados Unidos, Francia, Dinamarca, Yugoslavia, Italia y, por supuesto, España (el país con más versiones filmadas). Directores como G.W. Pabst, Grigori Kozintsev, Roberto Gavaldón, Arthur Hiller, Vincent Sherman, Emile Cohl, Claude Morlhon, Lauritzen Fuglang, Vlado Kristl, Maurice Elvey y Gianni Grimaldi dirigieron películas sobre la obra que hace poco más de cuatro siglos presentaba Cervantes a los lectores de su época. Respecto a los españoles, además de Francisco Tressol y Joaquín Carrasco, están Rafael Gil, Luis Arroyo, José María Blay, Carlos Fernández Cuenca, Eduardo García Maroto, Vicente Escrivá, Ramón Biadiú, Manuel Gutiérrez Aragón, Cruz Delgado y Luciano G. Egido.
Comencemos por George Wilhelm Pabst, el gran cineasta alemán del periodo mudo y sonoro. Su “Don Quichotte”, filmado en Francia en 1933, es una adaptación de Paul Morand que él mismo y Alexandre Arnoux convierten en guión. La interpretación del hidalgo manchego corre a cargo del actor y cantante ruso Fedor Chaliapin y la de Sancho Panza del francés Dorville (se hizo una versión inglesa en la que éste era sustituido por G. Robey). En su época fue muy celebrada, sobre todo gracias a la interpretación de Don Quijote, muy en el estilo stanislasvkiano de la época. Según escribe Manuel Villegas López en su libro “Cine francés” (Editorial Nova. Buenos Aires, 1947), aunque “Se trata de una obra difícil de abordar desde cualquier dirección, Pabst logra un ballet, una farsa, una ópera cantada por Fedor Chaliapin. Pero carece de ambiente”. Otro historiador, el francés Georges Sadoul (“Dictionaire des Films”. Editions du Seuil. París. 1965) dice de la película de Pabst que es “De bellas imágenes, pero muy fría y áspera. Destacamos el ataque de los molinos de viento y la quema de libros”.
Más jocosa es aún la producción danesa (de la Palladium Film de Copenhague) “Don Quijote de la Mancha”, de Lau Lauritzen, filmada en España durante 1927. Juan Antonio Cabero, en su libro “Historia de la Cinematografía Española 1896-1947” (Gráficas Cinema. Madrid 1949), escribe lo siguiente a propósito de esta película: “Como principales intérpretes tiene a “Pat” y “Patachón”, célebres actores cómicos, uno por su aventajada estatura y otro por su ridícula pequeñez. Ambos se encaminaron a España con el fin de llevar a cabo su obra, y una vez en nuestra Península, a la Mancha, donde comenzaron su labor”. Don Quijote era Carl Schenström (“Pat”); Sancho Panza Harold Masen (“Patachón”); Dulcinea, Marina Torres y Luscinda, Carmen Toledo, entre otros actores. Roberto Paolella en su Historia del cine mudo (Editorial Universitaria. Buenos Aires. 1967) asegura que se trata de “Una versión humorística, reducida a las modestas proporciones de una fábula ilustrada para fiesta de Navidad, si bien, en su conjunto, no resulte exenta de humor cinematográfico”.
Mucho antes que a Pabst y Lauritzen, fuera de nuestras fronteras, Don Quijote ya había interesado a otros autores, como por ejemplo a Emil Cohl, el inventor de la animación cinematográfica. Al francés se le debe el primer dibujo animado de la Historia del Cine sobre El Caballero de la Triste Figura, “Don Quichotte”, filmado en 1909 para la productora Gaumont. El citado Paolella dice que se trata de una “Reconstrucción rápida y esencial que en el dibujo recuerda a las figuritas talladas por Caran d’Ache: los molinos, el caballo famélico, las mujeres del vecindario…”. También de animación es la producción estadounidense (un cortometraje de 8 minutos de duración) de Ub Iwerks “Don Quixote”, rodada en 1934. Iwerks fue el socio de Walt Disney en el comienzo de la carrera de la marca con el Ratón Mickey como protagonista (sus primeros mickeys los filman juntos en 1929). Después se separaron y, cinco años más tarde, Iwerks filmó su Don Quijote animado que precede a otros, españoles y estadounidenses (hablamos de ellos más adelante).
De personajes reales es otra temprana obra francesa también titulada “Don Quichotte”, filmada por Camille de Morlhon para la productora Pathé en 1911. Claude Garry hacía el papel del hidalgo manchego. Tenía 1.150 metros, es decir, apenas 40 minutos de metraje. Carlos Fernández Cuenca, en su “Historia del Cine” (Editorial Afrodíseo Aguado. Madrid. 1949) recuerda que “Un crítico español, Andrés Pérez de la Mota, en la revista “Arte y Cinematografía” del 31 de enero de 1913 censuraba “Los lugares falsos, los tipos mal estudiados y los cuadros de ningún valor positivo”, para concluir que “Ni hay belleza moral, ni sabemos a qué viene Don Quijote en la película”. De algo más de metraje, pues duraba 50 minutos, es otra temprana “cabalgada” cinematográfica de Rocinante y su amo: la del estadounidense Edward Dillon, quien en 1915 filma su “Don Quixote”, con DeWolf Hopper Sr. (en el papel de Alonso Quijano/Don Quijote), Max Davidson (Sancho Panza) y Fay Tincher (Dulcinea).
También del periodo mudo es otro argumento sobre el héroe cervantino, esta vez dirigido por el británico Maurice Elvey en 1923, con título similar a los dos anteriormente citados: “Don Quixote”. Jerrold Robertshaw interpreta a Don Quixote; George Robey a Sancho Panza; y Minna Leslie a Dulcinea. Mucho más reciente es la versión de Arthur Hiller, “El hombre de la Mancha” (1972), el primer musical que se filma sobre el personaje de Argamasilla de Alba. Tras su triunfo en Broadway, a partir de 1965, con su título original (“Man of Mancha”, letra de Dale Wasserman y música de Match Leigh), sería siete años después cuando se llevase al cine, con producción United Artists. Y Peter O’Toole, James Coco y Sophia Loren son, respectivamente, de Don Quijote, Sancho Panza y Dulcinea.
Dale Wasserman ha justificado así su obra: “Cuando la empecé, me proponía hacer de ella una sátira, un comentario ligeramente cínico sobre la capacidad humana de engañarse a sí mismo. Para mi sorpresa, las páginas que surgían de la máquina de escribir no decían tal cosa, sino que convergían sobre mí en una ardiente defensa de la ilusión como la fuerza que sostenía la vida; de las visiones como la función más significativa de la imaginación del hombre, hasta que un día buscando un credo que el Quijote pudiera pronunciar, escribí estas líneas: Soñar el sueño imposible. Combatir el enemigo invencible… Dos veces saqué este parlamento que creía de sobra –demasiado fantástico, demasiado ampuloso pensé- y dos veces, impulsado por una fuerza ajena a mi voluntad, lo volví a poner: “El Hombre de la Mancha” había empezado a escribirse él mismo, y yo era incapaz de intervenir”.
Mención aparte merece el “Don Quichotte” de Gregori Kozintsev (y producción Estudios Lenfilm), que fue estrenada en el Festival de Cannes de 1957. Es una de las mejores versiones, además de una de las primeras películas soviéticas que entraron a España en la época de la dictadura franquista, distribuida por Suevia Films en 1965. El comentario siguiente fue escrito en la guía confeccionada para su distribución española: “Con la inmortal obra de Miguel de Cervantes, la cinematografía rusa ha hecho una cuidada versión que ha merecido en todo el mundo los mejores elogios; tanto para la celebérrima obra como para el buen gusto y el máximo respeto que han guardado a la versión literal del caballero andante”. La película de Kozintsev fue acogida con simpatía y hasta con cierto éxito en la España de entonces, alabándose la interpretación de Nikolaï Tcherkssov (Don Quijote) y Youri Toloubéev (Sancho Panza), así como la ambientación y decorados de E. Eneï y A. Altman, que habían contado con la asesoría artística del escultor toledano, exiliado en Moscú, Alberto Sánchez.
“Salvo en la versión de Don Quijote de Rafael Gil, no ha estado el cine español a la altura de Cervantes”. Esto lo escribía Luis Gómez Mesa en su libro “La literatura española en el cine nacional” (Filmoteca Nacional de España. Madrid. 1978). Ya hemos visto que la primera versión de la célebre obra se remonta casi a principios del nacimiento del cine, y que los directores la despacharon en 250 metros (apenas cinco minutos de metraje). Precisamente, debido a la dificultad que entrañaba para la cinematografía española anterior a los años cuarenta, abordar un tema tan denso y una ambientación tan difícil y cara –tanto por los costos que suponía filmar en escenarios interiores como por la ubicación de los exteriores–, el cine español se conformó con rodar un documental en 1935 titulado “La ruta de Don Quijote”, dirigido por Ramón Biadiú. La producción y distribución corrió a cargo de Cifesa.
“Esta primera realización de Biadiú sobre el Hidalgo Manchego –se lee en la publicación Noticiario Cifesa del 10 de noviembre de 1935– es una poética visión de aquellas rutas que por las anchas tierras de Castilla siguiera Don Quijote a lomos de su flaco Rocinante para ver palacios en lo que eran ventas, gigantes en los molinos de viento, princesas en las mozas de los mesones, fieras terribles en las manadas de corderos. Una evocación de aquellos lugares es este documental que ha merecido el honor de ser elogiado por la crítica de Francia y Suiza, naciones ambas en las que ya se ha dado a visionar (…). En una palabra: Biadiú, catalán de pura cepa, ha hecho en este documental el más fervoroso canto de Castilla”.
También documental es “Los caminos de Don Quijote”, filmado en 1961 por Luciano G. Egido, con música de Regino Sainz de la Maza y aguafuertes de Picasso. Luis Gómez Mesa nos recuerda algunos Quijotes cinematográficos españoles más en su libro citado: el del director Eduardo García Maroto, que en 1961 filma el mediometraje “Aventuras de Don Quijote”, con el escritor Ángel Talquina en el papel del hidalgo y el simpático gordinflón Ángel Álvarez en el de su escudero (“Estos dos ángeles de nuestro cine –escribe Gómez Mesa– incorporaron ya esos personajes en “Leyenda rota” (1939), con guión de Manuel Abril, dirigida por Carlos Fernández Cuenca”); y “Sueños de historia”, en donde el documentalista de temas taurinos y realizador José H. Gan, evoca en dos relatos el descubrimiento de América por Cristóbal Colón y varios episodios de El Quijote compendiados para ser vistos por un público infantil.
Coproducción entre España y México es “Don Quijote cabalga de nuevo”, filmada durante 1972 en tierras manchegas por el director mexicano Roberto Gavaldón e interpretada por Fernando Fernán Gómez en el papel de Don Quijote y Mario Moreno “Cantinflas” en el de Sancho. Una película montada para lucimiento del cómico mexicano, cuya “Comicidad tosca y procaz de pueblerino vago y chanchullero que lo caracterizaba (Jorge Grau, “El actor y el cine”, Editorial Rial. Madrid. 1962) chocaba frontalmente con la vocalización más austera y elegante del actor español y con el recogimiento sobrio, propio de la idea que tiene nuestro héroe del mundo, y que Fernán Gómez interpreta de manera sentida y arrolladora, sujetada, para no desbocarse, por su recio carácter de actor; todo lo contrario del mexicano que exhibe, como potro desbocado, un rosario de gestos, hipérboles, y burlas que rompe en pedazos el esquema de inteligencia y bondad que Cervantes otorga al escudero”.
Los dos humanos personajes –¿de ficción o de verdad y hueso?– de los siglos XVI-XVII, grandes, universales, eternos, contemporáneos de cualquier tiempo y época, han servido igualmente para ser filmados en celuloide de animación (ya mencionamos la temprana experiencia de Cohl). Nos quedamos con el mejor de todos, hasta la fecha, el dirigido con muchas dificultades económicas por el español Cruz Delgado en 1979 con el título de “Don Quijote”. A pesar de todo, logró plasmar una decena de capítulos por el método clásico de filmación dibujo a dibujo, lo que hizo ingente el número de cuartillas utilizadas, de tiempo empleado y de dinero –que se quedó corto– gastado. Sin embargo, el resultado es más que meritorio y sigue siendo un clásico de nuestro cine de animación. 31 años después, otro español, Antonio Zurera (dibujante en películas como “Astérix en Bretaña”, 1986; o “El cubo mágico”, 2006), rodó por su cuenta en 2010 un largometraje de animación titulado “Las aventuras de Don Quijote”.
Al igual que un valiente imitador, por el apellido y por su afán de deshacer entuertos. Me estoy refiriendo al segundo dibujo animado de la historia del cine español, conocido por “Garbancito de la Mancha”, que dirigió entre noviembre de 1942 y mayo de 1945 (¡dos años y medio!) Arturo Moreno y José María Blay. Fue una película que obtuvo un apoyo importante por parte del Estado español, hasta el punto de que fue premiada por el Sindicato Nacional del Espectáculo con 250.000 pesetas. Garbancito no es Don Quijote –aunque se aprovecha de su fama y del apellido–, sino un niño valiente que es acosado por tres pécoras infantiles llamados Pelanas, Manaza y Pagaron. La última película de animación (producción Filmas) sobre el héroe cervantino se llama “Donkey.Xote”, que dirigió Josep Pozo en 2007 con guión de Ángel E. Pariente. El dibujo animado, en clave de humor, se vincula sobre todo a Rocinante, que pasa a ser un personaje de primera, igual que su dueño.
Como hemos visto, las películas dedicadas al libro de don Miguel están centradas principalmente en el hidalgo y su escudero. Muy pocas, sin embargo, se le han consagrado a Dulcinea. La obra literaria del francés Gaston Baty da lugar a dos Dulcineas españolas que se llevan 17 años de diferencia. La de Luis Arroyo (1946) y la de Vicente Escrivá en 1963. En la del primero, la amada de Don Quijote (cuyo personaje solo es mencionado en ambas películas, pero no aparece en ningún momento) es interpretado por tres actrices diferentes: Ana Mariscal, María Alcalde y Concha López Silva; a los otros personajes importantes les dan vida Manuel Arbó (Sancho Panza), Carlos Muñoz (El Enfrailado) y José Jaspe (Chiquizbaque). La película, que fue declara de “interés nacional”, costó 275.000 pesetas de la época, tardó casi tres meses en rodarse –desde el 14 de febrero al 3 de abril de 1946– y alcanzó un relativo éxito tras estrenarse en el cine Capitol de Madrid el 9 de junio de 1947.
La obra de Baty se resume de la siguiente manera en la película: “En la Audiencia de Toledo se celebra un juicio contra Aldonza Lorenzo, a la que la multitud acusa de hechicera. Cuando declara el primer testigo, la acción pasa a la época en que Aldonza era una ignorante moza de servicio en la Venta del Toboso. Un día llega Sancho con una carta de amor, de su señor Don Quijote, para la imaginaria princesa Dulcinea. La gente de la venta, para divertirse, gastan a Aldonza la broma de hacerla creer que aquella misiva es para ella y la moza se transfigura y eleva su alma a la altura que tiene Dulcinea en la mente de Don Quijote. Cuando éste muere, Sancho, para consolarla, le dice que su señor ha dispuesto, en su última voluntad, que ella continúe su obra de socorrer a los menesterosos y enderezar entuertos. Aldonza sigue su consejo, contra la incomprensión de la gente. Sufre el natural quebranto espiritual y pide al oidor que la deje salir a entregarse a la multitud que reclama su muerte creyéndola hechicera. Las turbas se apoderan de ella y muere quemada en la plaza como una heroína de leyenda” (extracto de la sinopsis oficial aprobada por la censura de la época).
“Y ahora, Don Quijote mío –escribe Miguel de Unamuno en “Vida de Don Quijote y Sancho”. Editorial Espasa Calpe. Madrid. 1938–, llévame a solas contigo, porque quiero que hablemos corazón a corazón y lo que ni así mismos osan decirse muchos. ¿Fue de veras tu amor a la gloria lo que te llevó a encarnar en la imagen de Dulcinea a Aldonza Lorenzo, de la que un tiempo anduviste enamorado, o fue tu desgraciado amor a la bien parecida moza labradora, aquel amor que “ella jamás lo supo ni se dio cata de ello” el que se te convirtió en amor de inmortalidad?”.
Don Miguel (esta vez Unamuno) se da cuenta de este destello de locura cuerda que aflora en la timidez de Don Quijote, y, por ello, le aconseja: “Mira, mi buen hidalgo, que yo sé cómo es la timidez dueña del corazón de los héroes, y bien se ve en ver cuando ardías en deseo de Aldonza Lorenzo, cómo no te atreviste nunca a requerirla de amores. No pudiste romper la vergüenza que te sellaba, con sello de bronces, los labios”. Tal vez por eso, Gaston Baty remienda el entuerto y saca a Dulcinea de la negrura de los ensueños de Don Quijote para darle vida propia, de mártir casi como Juana de Arco. En la de Vicente Escrivá, por el contrario, solo hay una protagonista, la entonces popular actriz norteamericana Millie Perkins por su papel en “El diario de Ana Frank” (George Stevens, 1959). Los personajes principales los personifican gentes del libro de Cervantes, o inventados por Baty: Folco Lulli hace de Sancho, Cameron Mitchell de El Renegado y Walter Santeso de Diego.
La ambientación y los decorados son fundamentales en la filmografía quijotesca; en la de Arroyo corrían a cargo de Simont y Escriñá, y en la de Escrivá eran de Enrique Alarcón, ofreciéndonos éste una variante más de las viejas casonas y ventas manchegas que ya había dibujado para la película que Rafael Gil rueda sobre el héroe manchego. Y para rizar el rizo, podemos citar una tercera película basada en la simpar Dulcinea, la que el director y decorador francés Carlo Rim rueda en España en 1967, para ser emitida por televisión, en coproducción con tres países: España (Hispamer), Francia (Franco London) y Alemania (Friedrichshaven). En realidad se trata de dos capítulos titulados “Don Quijote” el primero y “Dulcinea del Toboso” el segundo, siendo sus principales intérpretes Josef Meinrad, Roger Carel, Fernando Rey y María José Alfonso.
“En el Quijote, por una paradoja genial, la fantasía descarriada se convierte en realidad bienhechora”, dice Azorín (“El Cine y el Momento”, Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. 1953). Y sigue escribiendo: “El epílogo en que Don Quijote se arrepiente, no cuenta: vale la ensoñación continuada y ardiente”. Eso parece entender Rafael Gil cuando filma para Cifesa, en los hoy desaparecidos estudios madrileños de Sevilla Films, su “Don Quijote de la Mancha” en 1947, con uno de los equipos artísticos y técnicos más preparados y mejor pertrechados de aquellos años de falta de todo en el cine español (estábamos en la lista negra de las potencias aliadas por apoyar a Hitler y Mussolini). Antonio Abad y el propio Rafael Gil adaptaron a Cervantes, cuyo Don Quijote era interpretado por Rafael Rivelles y Sancho Panza por Juan Calvo. En papeles destacados estaban Manolo Morán (Barbero), Sara Montiel (Antonia), Juan Espantaleón (Cura), Guillermo Marín (Duque), Nani Fernández (Dorotea), José María Seoane (Cardenio) y Fernando Rey (Sansón Carrasco), quien en el final de su carrera hará de Don Quijote en la serie que Manuel Gutiérrez Aragón rueda en 1990 para Emiliano Piedra y RTV. En el equipo técnico de la de Gil sobresalían Alfredo Fraile (operador), Enrique Alarcón (bocetista y ambientador), Enrique Bronchalo (constructor de decorados), Francisco Puyol (maquillador), Comba y Torres de la Fuente (diseño de vestuario) y Humberto Cornejo (sastrería). La música fue creada por el gran compositor español Ernesto Halfter.
“Cifesa Producciones –se lee con rimbombante acento en el catálogo de presentación de la película– tiene por honor el más alto de su historia y trofeo más valioso y estimado de su marca, el lanzar al mundo la edición cinematográfica de “DON QUIJOTE DE LA MANCHA”. Esta vez son españoles quienes, humildemente, con todo respeto, con toda dignidad y con acendrado entusiasmo, prodigando unos medios y unos esfuerzos como nunca hasta hoy se prodigaron en tal esfuerzo, vienen a exaltar la figura del Caballero del Ideal, para que la cinematografía se ufane con ésta que, dada la intención de sus realizadores, venga a ser la “Edición Príncipe” de la obra inmortal en los anales del Séptimo Arte”. La implicación y apoyo del Estado español en la película de uno de los directores más profranquistas de aquellos años fue total, y se descubre en diversos detalles de la producción: fue tolerada para menores de 17 años; recibió la clasificación de primera categoría a efectos de importación de películas extranjeras; fue premiada por el Sindicato Nacional del Espectáculo con 400.000 pesetas (el máximo que se podía otorgar); fue declarada de interés nacional; y se le concedió un crédito del Sindicato Nacional del Espectáculo de 1.904.628 pesetas (con 40 céntimos). El rodaje de “Don Quijote de la Mancha” duró nada menos que seis meses (del 7 de mayo al 11 de octubre de 1947) y se estrenó en el cine Rialto de Madrid el 2 de marzo de 1948.
En opinión de Ortega y Gasset, “Don Quijote puede significar dos cosas muy distintas: Don Quijote es un libro y Don Quijote es un personaje de ese libro. Generalmente lo que, en bueno o mal sentido se entiende por “quijotismo”, es el “quijotismo” del personaje” (“Meditaciones del Quijote”. Editorial Calpe. Madrid. 1922). Pero esta diferenciación no ha sido siempre tomada en cuenta por los cineastas que han abordado la obra de Cervantes, tan difícil –por no decir imposible– de llevar al cine si no se respeta esta singularidad: “La figura de Don Quijote –sigue escribiendo el gran filósofo español–, planteada en medio de la obra como una antena que recoge todas las alusiones, ha atraído la atención, exclusivamente, en perjuicio del resto de ella, y, en consecuencia, del personaje mismo”.
Quizá éste sea el error que también comete Manuel Gutiérrez Aragón en las dos películas que ha filmado sobre el héroe de Cervantes: “Don Quijote” (1988) y “El Caballero Don Quijote” (2002). Menos interesante esta segunda, interpretada por Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias en sus principales papeles. En cambio, El Quijote por capítulos que rueda para RTVE es más ambiciosa, aunque excesivamente tópica. Se detiene fundamentalmente en el personaje del hidalgo, y pasa, a veces de puntillas, por las incidencias históricas de su tiempo, conformándose con mostrar la piel de los principales personajes de la obra, sin ahondar en su sangre y en sus entrañas. Camilo José Cela es el autor del guión, excesivamente rectilíneo en la presentación de sus aventuras, dejando a un lado –no sabemos si por “pago de peaje” al medio para el que se filma o por no conseguir extraer el meollo al libro– ese Don Quijote “escudriñador de reconditeces” (Unamuno, “El Caballero de la Triste Figura”. Espasa-Calpe. Buenos Aires. 1944).
A excepción del “Don Quijote” de Welles, sigue faltando ese Don Quijote cinematográfico de gran calado que se resiste a ser filmado, aunque el del Gutiérrez Aragón está muy bien fabricado desde el punto de vista de la ambientación, y bien interpretado por Fernando Rey (Don Quijote), Alfredo Landa (Sancho Panza), Francisco Merino (Cura), Manuel Alexandre (Barbero), Emma Penella (Teresa Panza), Fermín Reixach (Cardenio) y Aitana Sánchez Gijón (Dorotea). En esta película, que lleva música de Lalo Schifrin, fotografía de Teo Escamilla, y escenografía de Félix Murcia, aparece Cervantes como protagonista, en la piel del actor José Luis Pellicena. Esta intrusión en un Don Quijote cinematográfico no es la primera vez que se produce, pues ya había aparecido en “Don Quijote cabalga de nuevo”, interpretado por Javier Escrivá, y en “El hombre de la Mancha”, donde lo encarna Peter O’Toole (que también hace el papel de Don Quijote).
Para completar esta filmografía incompleta sobre Don Quijote, citaremos cuatro títulos filmados entre 1965 y 2006, todos de nacionalidad extranjera: la rusa “Deti Don-Kikhota” (1966) de Yevgeni Karelov; “Dünki Schott” (1987) de los suizos Franz Liechti y Tobias Wyss; las miniseries para televisión “Tskhovreba Don Kikhotisa da Sancho Panchosi” (1988) del ruso Rezo Chkheidze (Don Quijote es Kakhi Kavsadze; y Sancho Panza, Mamuka Kikaleishvili); “Midjachvuli raindebi” (2000) del también cineasta ruso Goderdzi Chokheli (con Kakhi Kavsadze haciendo de Don Quijote; Givi Berikashvili de Sancho Panza; y Nino Chkheidze de Dulcinea); y la producción estadounidense para la pequeña pantalla “Don Quijote de la Mancha”, filmada en 2000 por Peter Yates, y con John Lithgow como Don Quijote/Alonso Quijano; Bob Hoskins en el de Sancho Panza; y Vanessa Williams como Dulcinea.
También en 2000 Terry Gilliam quiso hacer su Quijote con el título “El hombre que mató a Don Quijote”. Pero el proyectó acabó en eso: un proyecto, del que, sin embargo, se salvaron las imágenes que Keith Fulton y Louis Pepe montaron para su documental “Perdidos en la Mancha”. Y eso es lo que le ocurrió a Gilliam en aquel aciago año, para su objetivo de rodar un Quijote diferente a los demás: perderse en la Mancha entre miles de metros de películas filmados, que no pudo convertir en película por culpa de acabársele el presupuesto y a otros problemas más domésticos, como la doble hernia discal que le salió al actor que debía hacer de Don Quijote, el francés Jean Rochefort, y que le obligó a “repatriarse” en su tierra para curarse.
Dejamos para el final una película curiosa sobre el héroe manchego, la cual lo transforma en un fogoso amante de todas las mozas y princesas que se le ponen por delante. Una obra erótica filmada en España en 1977 por el realizador alemán Raphael Nussbaum con el título de “Las eróticas aventuras de Don Quijote”. Corey John Fisher hace de Caballero de la Triste Figura y Hy Pyke del gordinflón de su escudero. A Dulcinea la encarna Glenda Crabtree, una de las muchas beldades que se destapan (la película se rodó en plena fiebre erótica), junto a Phyllis Lovit, Marilyn Brown, Patrice Rohmer y Brand’e, entre otras muchas. Cine picante y picaresco en el que la publicidad española recalcaba (ver imagen en nuestra galería), en un popurrí de cartel que anunciaba “La más original y erótica comedia del siglo. En sensuales colores”), frases al pie de las viñetas tales como “La llave del paraíso...”, “¡A la carga Rocinante!” o “Su lanza era la más poderosa de la Mancha”.
Posdata: También el autor de la obra es el personaje principal de las películas de Alfonso Ungría y Vincent Sherman/Isidoro M. Ferry. La del primero (“Cervantes”, 1980) es una producción filmada para RTVE con Julián Mateos (el escritor), Carlos Lucena y Carmen Maura. La de Sherman-Ferry, titulada también “Cervantes” (1968), y rodada en 70 mm, cuenta con la actuación del actor alemán Horst Buchloz y Gina Lollobrigida en el papel de una enamoradiza italiana. “Grave error la elección para el papel de Cervantes la del actor alemán –escribe Luis Gómez Mesa en la obra ya citada–, que, no obstante su mejor voluntad, no supo entender su psicología”. Y es que Don Miguel de Unamuno llevaba más razón que un santo al decir eso de que a nuestro hidalgo y a su autor era muy difícil escudriñarles en su reconditez.
AGR
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Piezas de colección notables (todas originales), además de documentos históricos de primer orden. De momento, programas de mano, carteles (póster o afiches) y fotografías. Los primeros representan al coleccionismo más extendido debido a su pequeño tamaño y al número de coleccionistas que hay. El póster personifica un cuadro que puede colgarse y de hecho se cuelga en muchos hogares e instituciones públicas y privadas.
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