Martes, 08 Abril 2014 12:22

Nos queda el cine de Mickey “Niño” Rooney

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Los aficionados de Estados Unidos lo tenían claro (al menos en el pasado): en su cine había dos Mickeys: el Ratón Mickey y Mickey Rooney. Popularísimos ambos. Personajes para todos los públicos (no solo de USA sino de todo el mundo). Ambos bajitos. Alegres. Parlanchines. Quienes lo recordaban (a Rooney) tenían  en la mente la imagen del chavalín aquel de las películas de Andrés Harvey (millonario, tenorio y muchas cosas más), hijo del Juez James K. Hardy, pero también el adolescente rebelde de “Forja de hombres” (1938) y “La ciudad de los muchachos”, ambas dirigidas por Norman Taurog, y en las que demostró que era un actor de “por vida”.

Su papel de  Whitey Marsh en estas dos últimas, junto a Spencer Tracy en el papel de Padre Flanagan, le dio esa otra imagen con el que los públicos de medio mundo lo identificaban. Pero también fue el primer Edison joven en la película de Taurog “El joven Edison” (1940). En realidad fue muchas cosas en sus 382 película acabadas (una a medias, debido a su muerte) entre la de su debut, “Not to Be Trusted”, en 1926, a las órdenes de Tom Buckingham, y el “Dr. Jekyll and Mr. Hyde” que estaba filmando en estos momentos con B. Luciano Barsuglia. Esta versatilidad en sus personajes durante un trabajo ininterrumpido de 88 años, demuestra que el público seguía admirándolo. Pocos, sin embargo,  se acordarán ya de sus ocho matrimonios y siete divorcios (de los que tuvo 9 hijos), entre ellos el de Ava Gardner.

Joe Yule, como le bautizaron sus padres, artistas de la primitiva farándula norteamericana, y quienes también le colgaron su primer nombre artístico (Mickey MacBann), calzó los mejores repartos de Hollywood, sobre todo cuando abandonó triunfante la serie de “Mickey’s...” (56 títulos cortos rodados entre 1927 y 1934) que le sirvieron para curtirse como profesional de la farándula. Trabajó con los primeros niños de prodigio de Hollywood, entre ellos Freddie Bartholomew, Jackie Cooper, Elizabeth Taylor o Judy Garland. Pero también con estrellas ya mayores como Esther Williams, Lewis Stone, Lionel Barrymore, Melvyn Douglas, Spencer Tracy o Wallace Beery,

Cuando  en 1937 fue elegido para interpretar  Andy Hardy, el personaje creado por la escritora Aurania Rouverol, empieza el Mickey Rooney que conocemos hoy. Tuvo la suerte de que se fijara en él la Metro Goldwyn Mayer. Pero también estos estudios se encontraron con un diamante en bruto que pulirían poco a poco y les duraría décadas. Y lo supieron explotar, porque inmediatamente salieron “Capitanes intrépidos” (Victor Fleming, 1937), “Uña y carne” (Sam Wood, 1938), “Horizontes de gloria” (Sam Wood, 1938), “Los hijos de la farándula” (Busby Berkeley, 1939), “Fuego de juventud” (Clarence Brown, 1944) y todas las mencionadas y muchas más que, a España, no llegaron por problemas de distribución.

Pero nuestro público disfrutó con su mejor cine de adolescencia y juventud, y después siguió haciéndolo con el de madurez, cuando se hizo mayor y después abuelo, para acabar en ese viejo domador de caballos de “El corcel negro”, interpretado en 1979 a las órdenes de Carrol Ballard, donde da la réplica de adolescente a Kelly Reno. Pero antes llegarían otros muchos títulos que consiguieron grandes éxitos de taquilla. En España lo fueron “Silla eléctrica para ocho hombres” (Howard W. Koch, 1959), “Réquiem por un campeón” (Ralph Nelson, 1962), “El mundo está loco, loco, loco” (Stanley Kramer, 1963), “Pedro y el dragón Elliot” (Don Chaffey, 1977), “Babe, el cerdito en la ciudad” (George Miller, 1998) o “Noche en el museo” (Shawn Levy, 2006), su último importante trabajo, que el público español recordará: uno de los viejos guardias nocturnos del museo donde cobran vida sus esculturas.



 

Ben Stiller, el verdadero protagonista de la película de Levy, se emocionó al trabajar con Mickey Rooney: “Nunca pensé –declaró entonces– que llegaría a tener la oportunidad de trabajar junto al gran Mickey Rooney. ¡Y menos aún que Mickey Rooney me diera una tunda!”. Precisamente en esta película realizó unas declaraciones que resumen toda una vida profesional: “Comencé en los años veinte, cuando todavía era un niño. Después me hice mayor, literalmente hablando, con el cine. Cuando llegué a Hollywood, casi no había nada. Estuve presente justo al principio de todo y desde entonces no he dejado de disfrutar como un loco de los papeles que me han dado”.

“A pesar de todos los cambios sufridos por la producción cinematográfica –sigue diciéndonos–, me siguen atrayendo, sobre todo, lo que para mí es el alma de esa industria: un gran relato. Me gusta interpretar papeles que puedan ver toda la familia, algo que sea histórico, inteligente y divertido. Películas que puedan congregar a toda la familia en torno a un espectáculo”. Sin duda lo consiguió. Ahora, que se nos ha ido para siempre, ¡a disfrutar de su cine!