El cartel como Arte


El cartel (póster o afiche) se ha convertido en estos últimos diez años en un importante documento cinematográfico. No solo es apreciado por los coleccionistas, sino que instituciones públicas o privadas y museos han derivado parte de sus inversiones en comprar carteles para aumentar sus depósitos de Arte.Porque eso es también en lo que se ha convertido el cartel de cine (y en general los carteles realizados para otras muchas disciplinas de la actividad humana durante los primeros 60 años del siglo pasado o los impresos en siglos precedentes), en Arte, a veces en ARTE con mayúscula. Y ese Arte o ARTE ya empieza a entrar en los museos, aunque deberían ser aquellos otros museos dedicados al cine quienes deberían mostrarlos al público como parte de esa actividad industrial que es una película (y en los que tendrían cabida otras disciplinas de la misma).

En esta sección vamos a enseñarles aquellos carteles que pertenecen a nuestro archivo, así como otros muchos que están depositados en otras instituciones, museos o archivos. El cartel es una pieza industrial fabricado, por lo general, en ediciones no menores a 1.000 ejemplares. Su papel es el de anunciar el producto, artículo u objeto que comunica. Y su papel es, igualmente, el de desaparecer una vez haya cumplido su misión, tan temporal como la campaña para la que ha sido diseñado. El cartel se coloca en cualquier sitio donde pueda ser visto. Por eso, al final de esa campaña, acabará siendo arrancado del lugar en que está expuesto para dar paso a otro y éste a otro y a otro…hasta el infinito… casi.

Ningún propietario del artículo que publicitan lo reclama una vez que ha cumplido su función; tampoco el diseñador, la agencia o la imprenta; ni siquiera el autor. La mayoría quedan inservibles una vez cumplida su misión. Y los que quedan en buen estado se utilizaban, hasta hace poco, para envolver otros artículos o simplemente se destruían. Además, a priori, carecen de valor comercial… hasta hace una década. Desde 2000, el cartel ha experimentado un interés comercial gracias a la demanda que de él hacen muchas personas para colocarlo como decoración en su casa. Sobre todo aquellos de calidad o con mensajes que conectan con esas personas interesados en ellos. Y nos estamos refiriendo al cartel actual, al de pocos años a hoy.

Porque el cartel de los años 60 para atrás, su valor comercial trasciende el mero hecho decorativo para convertirse en una inversión económica individual o, como ya decíamos anteriormente, para formar parte de fondos documentales en una institución que quizá acaben formando un museo. Y esto es de especial relevancia para el cartel cinematográfico. En él se centran los mayores deseos de los particulares o de las instituciones. Y eso es porque el cine está en el corazón y en la mente de todos y el cartel es su influjo más inmediato y de mayor dimensión. Poseer un Casablanca, un Bienvenido Mr. Marshall, un Desayuno con diamantes o un Ladrón de bicicletas es, no solo disfrutar de algo de valor (sentimental o económico), sino que se trata de dar referencia a una actividad industrial que trasciende lo personal para acabar siendo un hecho cultural de interés colectivo.

Como un cuadro de Renoir, de Picasso o de Velázquez. Y esto será más evidente conforme el tiempo vaya descargando años en nuestra sociedad. Es cierto que un cuadro es una pieza única, mientras que un cartel de cine no lo es. Sin embargo, el valor comercial de éste lo marca esa destrucción a la que ha estado expuesto en décadas pasadas ante la falta de interés general. De esos mil o miles de ejemplares que constituían la tirada de un diseño realizado por un artesano desconocido o con la firma de alguien que, en su época, tampoco reparaban en él, han quedado, a lo mejor, uno o dos ejemplares. Es entonces cuando el cartel se convierte en una pieza similar, por su singularidad, a los cuadros de los pintores más célebres de la Historia.

En esta sección podrán comprobar que los carteles de cine son Arte y ARTE y, sobre todo, nos comunican muchas cosas: a unos más que a otros y a todos algún recuerdo o algún sentimiento vivido con la película a la que hacen referencia. Y es en esta relación donde van más allá de lo que va un cuadro o una pintura, que es siempre una actividad individual y expresa el sentimiento de su autor (y de nadie más). El cartel de cine nos hace concebir a cada uno lo que hemos experimentado con la película a través de vivencias atrapadas en nuestro cerebro y en el corazón, pero expresa también una emoción colectiva. Por eso hay cada vez más personas con carteles cinematográficos colgados en las paredes de sus casas y, por eso, igualmente, habrá cada vez más museos que le abran sus puertas. Y esta es nuestra pequeña contribución: mostrándoles los nuestros y los de otras colecciones.

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el cantor de jazz 1927Piezas de colección notables (todas originales), además de documentos históricos de primer orden. De momento, programas de mano, carteles (póster o afiches) y fotografías. Los primeros representan al coleccionismo más extendido debido a su pequeño tamaño y al número de coleccionistas que hay. El póster personifica un cuadro que puede colgarse y de hecho se cuelga en muchos hogares e instituciones públicas y privadas.

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