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¡Se armó el belén!
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El tema de las Navidades fue asunto del cine desde que, prácticamente, los Hermanos Lumière –en 1895– inventaran las proyecciones en un lienzo blanco que acabaría llamándose pantalla. Sin embargo, no existen en su filmografía, ni tampoco que nosotros sepamos en la del genial iniciador de ese cine como Séptimo Arte –el mago de Montreuil, Georges Méliès–, ninguna película dedicada expresamente a la Navidad. Una secuencia relacionada con estas fechas (que se ha repetido en todas las producciones que se han filmado sobre Jesucristo) aparece en “La passion Lumière”, filmada en Francia en 1897, uno de cuyos cuadros (así se llamaban entonces las escenas) lleva el título de “Adoration des Mages”. Pero no era Cine Navideño.
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En los 118 años que llevamos de historia cinematográfica, el tema de las Navidades en el cine ha superado el medio millar de películas, de las cuales el 80% se filmaron después de 1960 y el 90% de estas tras la llegada del formato VHS, a principios de los años ochenta del pasado siglo, debido al aumento del consumo de títulos con la implantación del “home video”. Y en ellos han cabido los personajes de carne y hueso y los de animación. Las Navidades como feliz entronque familiar o, a veces, como fecha para una situación de tristeza y desesperanza han originado millones de metros de celuloide. Sirvan como ejemplo, “El destino de la carne” (1927) de Víctor Fleming y “¡Qué bello es vivir!”, filmada en 1946 por Frank Capra. Fleming realizaría al año siguiente “Rosa de Irlanda”, en la que la Navidad también tiene un protagonismo destacado.
A partir de 1980, los principales personajes de dibujos animados se enroscan en la Navidad de una forma insistente. Walt Disney enrola a los suyos en aventuras, con o sin Santa Claus (tanto los que ya vienen de décadas atrás como Mickey y Goofy; o los que surgen en la etapa videográfica, como Winnie the Pooh). Y además de disfrutar las Navidades con el personaje animado más famoso de la Historia, las hemos pasado también con el Oso Yogui, Beavis and Butt-Head, Charlie Brown, los Telettubies, Tom y Jerry, los Simpson, el pequeño fantasma Casper, Bugs Bunny, los Picapiedra, Félix el Gato, Garfield, Barbie, la Pantera Rosa, el Patito Feo o la Princesa Cisne, por mencionar unos pocos. Todos ellos aparecen en películas filmadas (en la mayoría de los casos) para el formato videográfico y para ser lanzadas en Navidades.
La mayoría de los argumentos que exhiben las películas navideñas son creaciones de los guionistas cinematográficos. Sin embargo, hay una historia única y excepcional que procede concretamente de la novela que escribe el escritor inglés Charles Dickens (genial e inventivo como pocos), la cual ha merecido numerosas versiones para el cine. Me estoy refiriendo a su lúgubre y edificante “A Christmas Carol” (“Cuento de Navidad”), publicado en 1843. La primera versión que conocemos es la que se filma en los Essanay Studios de Chicago en 1908, de unos 10 minutos de duración (director y personajes desconocidos).
El cine sonoro, sin embargo, alarga más las secuencias dramáticas y encontramos el primer largometraje sobre el cuento de Dickens en una producción norteamericana de Edwin L. Marin de igual título, rodada en 1938. Desde entonces no han parado de salir de los estudios de diversos países “Cuentos de Navidad” a mogollón. Por mencionar algunos, los dirigidos por James Caddigan (en 1947), Arthur Pierson (1949), Brian Desmond Hurst (1951), Jimmy T. Murakami (2001) o Robert Zemeckis (2009), los dos últimos de dibujos animados. Sin olvidar esa excelente adaptación española llevada a cabo en 1947 por el cineasta español Manuel Tamayo, con el título de “Leyenda de Navidad”.
La Navidad nos relaciona con las fiestas del 25 de diciembre –cuando suele llegar Papá Noel o Santa Claus (que son el mismo) con los juguetes–, las del Año Nuevo (el 1 de enero) o la de los Reyes Magos (el 6 de enero). Y a caballo de este calendario tan festivo y vacacional, disfrutando con los regalos navideños (sobre todo los niños), del champán y de las cenas tradicionales de cada país. También sobre estos momentos tan mágicos, el cine ha rodado numerosas películas, igualmente frecuentes a partir de la llegada del “home video”. Prácticamente ningún año –con excepción de este, que ha sido tacaño en filmaciones– se ha quedado sin esa película que alegrase las Navidades a las familias y ampliase la fama de los Reyes Magos y Santa Claus.
Mencionemos algunos títulos, empezando por las más antiguos. Hasta los albores del cine mudo (en 1898) podemos bucear para hallar el primer Santa Claus, con el título “Santa Claus Filling Stockings”. Es una producción de la empresa norteamericana American Mutoscope Company, de la que no existe ninguna otra referencia. A la casa Edison pertenece la de 1900 llamada “Santa Claus Visit” y sobre la que hay que imaginar la impronta total que tuvo en ella el inventor y empresario de Ohio.
Primitiva es igualmente (de 1907) la producción de J. Searle Dawley y Edwin S. Porter, “A Little Girl Who Did Not Believe in Santa Claus”. Como las dos antes citadas, su metraje apenas llega a los 15 minutos, tiempo que duraban las películas que se filmaban antes de 1910, hasta que el cine italiano dramático o de reconstrucciones históricas de principios de la década siguiente, lo lleve a los 60 minutos e incluso más. En Estados Unidos empezará a rodar películas que sobrepasen ese metraje el maestro e inventor del lenguaje cinematográfico, David W. Griffith, a quien pertenece, por cierto, otro Santa Claus, el que rueda en 1909 con el título de “A Trap for Santa Claus”.
El milenario personaje inspirado en el obispo cristiano Nicolás, que vivió en el siglo IV de nuestra era en la zona turca de Anatolia, ha seguido teniendo más versiones y adaptaciones a lo largo de la Historia del Cine, tanto en Hollywood como en el resto de las cinematografías: desde el cortometraje “Santa Claus” filmado en 1926 por el director inglés George A. Cooper, hasta ese Papá Noel al que asesinan en la película del cineasta francés Christian Jaque, titulada “L’assassinat du Père Noël”, filmada en 1941.
Incluso en México tienen uno y tempranero: el filmado por René Cardona en 1959 (“Santa Claus”, una vez más). En coincidencia con la llegada del hombre a la Luna y el inicio de la exploración del espacio –principios de los años sesenta del siglo XX–, se rueda en Estados Unidos un “Santa Claus Conquers the Martians” (1964), filmado por Nicholas Webster, donde Papá Noel se enfrenta a los marcianos. Y después de muchos otros nicolases, Hollywood aborda en 1985 la película sobre Papá Noel que, en ese momento, se presenta como la definitiva: “Santa Claus The Film”, dirigida por Jeannot Szwarc. Y lo será mientras no vayan apareciendo otras como “The Santa Clause” (John Pasquin, 1994), “Fred Claus” (David Dobkin, 2007) o “Joulutarina” (del finlandés Juha Wuolijoki, 2007).
Y de otro nórdico (genial) es una película extraordinaria, no por la Navidad en sí, sino por el argumento y el cineasta que la dirige: Ingmar Bergman. Me estoy refiriendo a “Fanny y Alexander”, cuyo arranque argumental se inicia con la celebración navideña en la mansión de la familia protagonista. Un cuadro excepcional de cómo son estas fiestas en Suecia... aunque en casa de los ricos.
La tradición católica encumbra a los Reyes Magos como los personajes claves de las Navidades en medio mundo. Aunque son pocas las películas que se le han dedicado y casi todas ellas en España. Una de las últimas es una producción de dibujos animados titulada, precisamente, “Los Reyes Magos” que el director español Antonio Navarro filma en 2003. La Noche de Reyes tiene como inspiración tres largometrajes filmados en 1947, 1996 y 2001. El primero (“Noche de Reyes”) es una producción española del género dramático dirigida por Luis Lucia; la segunda (“Twelfth Night”) es una coproducción entre el Reino Unido, Irlanda y Estados Unidos dirigida por Trevor Nunn; y la tercera, también española, y con el título “Noche de Reyes”, es del director Miguel Bardem.
España tiene, además, otra tradición en estas fechas, la de la lotería, que deja mucho dinero a quien le cae encima. Estos premios navideños sirven de argumento a varias películas, de las que vamos a recordar dos: la que en 1929 (todavía en periodo silente) rueda Fernando Delgado con el título de “El gordo de Navidad”, y ya en tiempos del sonoro, Ramón Quadreny, con el de “El 13.000”. En la primera se exhibía por vez primera en la pantalla –y en aquellos tiempos suponía algo sin precedentes para el público– el funcionamiento de la maquinaria con la que se celebraba el sorteo navideño en la madrileña Casa de la Moneda; en la segunda, ocurre el milagro de que a una joven lotera maltratada por su madrastra, le toca la lotería y así puede librarse de ella y casarse con el hombre que ama.
Otro apartado, quizá el que mejores películas contiene sobre las fiestas de fin de año, es el que toca la Navidad al margen de Papá Noel y Reyes Magos. Muchas de ellas son ya clásicos en la Historia del Cine, y cuentan en su elenco con cineastas e intérpretes de primera fila. Unas veces con el argumento centrado en la Navidad; otras, haciendo parada en esas fechas, pero viniendo de o viajando a otras. La primera que destacamos es “La quimera del oro”, dirigida e interpretada por Charles Chaplin en 1925.
¿Recuerdan a Charlot, el hombre del bigotillo, bastón, bombín y zapatones de payaso de circo, dando vueltas por una fiesta de fin de año en la cálida y humeante taberna atestada de whisky barato, prostitutas y rudos y hoscos buscadores de oro en la inhóspita Alaska? Charlot deambula por este espacio en busca de su amada (Georgia Hale) cuando el reloj está a punto de dar las campanadas que anuncian el nuevo año. Y es en estas Navidades congeladas –en las que Charlot ve alucinaciones a causa del hambre que tiene– donde el diminuto infortunado encuentra el amor y el oro que le convertirá, por una única vez, en un hombre rico.
Estas Navidades de Chaplin son el inicio de una desigual filmografía relacionada con la Navidad en la que asumen papel de protagonista, entre otros, Katharine Hepburn (en su debut como actriz en “Doble sacrificio”, 1932), Deanna Durbin y Gene Kelly (“Luz en el alma”, 1944), Barbara Stanwyck (“Cena de Navidad”, 1945), Dick Powell (“Navidades en julio”, 1940), Niní Marshall (“Navidad de los pobres”, 1947), Chips Rafferty (“Bush Christmas”, 1947), George Raft y Joan Blondell (“Cita en Nochebuena”, 1947) Doris Day (“A la luz de la luna”, 1951), Bing Crosby y Danny Kaye (“Navidades blancas”, 1954), Glenn Ford y Bette Davis (“Un gángster para un milagro”, 1961), William Holden y Virna Lisi (“Vidas truncadas”, 1969) o Vittorio De Sica y Aldo Fabrizi (“Natale al campo 119”, 1947).
Recuperamos en este párrafo a la mencionada anteriormente “¡Qué bello es vivir!”. Una película por la que no pasa el tiempo, como tampoco pasa por esos días navideños donde transcurre la historia en la que George Bailey (maravillosa y emotiva interpretación de James Stewart, tan emotiva y maravillosa como las de Donna Reed, Lionel Barrymore, Thomas Mitchell y Henry Travers) trata de salvar los ahorros que sus vecinos le han confiado, pero que por el descuido involuntario de uno de ellos, están a punto de perderlos.
¡Ah! Pero aquí surge ese ángel de la guardia (encarnado con el espíritu bondadoso que acompañaba a casi todas las interpretaciones en estos años de Henry Travers) que le proporcionará las claves para salir del entuerto en el que está metido. Capra nos recrea, a su manera, el cuento navideño de Dickens, convirtiendo el terrible drama que vive Bailey en una fiesta de esperanza y confianza en el ser humano.
El propio Frank Capra nos deleitará con otro título navideño de gran altura unos años más tarde, concretamente en 1961. En esta fecha estrena “Un gángster para un milagro”, basado en un argumento de Damon Runyon que transcurre durante el fin de año, donde un gángster y sus fieles secuaces se confabulan para salvar del ridículo a una vendedora de manzanas callejera (su hija se va a casar con un rico italiano, desconociendo la pobreza en la que vive). Una vez más, los actores (Glenn Ford y Bette Davis a la cabeza) se acoplan a la perfección con el cineasta para ensalzar la historia hasta niveles sublimes de emotividad y sentimientos.
España ha rodado igualmente algunas de las más conmovedoras películas navideñas de cuantas se han filmado hasta la fecha. Y más críticas. La primera de todas en 1954, con el título de “Felices Pascuas”. La dirige el gran cineasta Juan Antonio Bardem, que se atreve con una historia de familias de clase humilde, una de las cuales va a sacrificar un corderito (tan habitual en estas fechas como cena navideña), a lo que se niegan los hijos al haberle tomado un gran cariño.
Tras ella, y en el corto periodo de una década, la cinematografía española ahonda en el tema y filma una decena de títulos, entre los que se encuentra el “spaghetti western” conocido en España como “Joe Navidad” y en Estados Unidos como “The Christmas Kid” (1967), ya que se trata de una coproducción entre ambos países, dirigida por Sidney W. Pink (a Joe Navidad le da vida Jeffrey Hunter). Las españolas –que son verdaderas obras maestras–, llevan el título de “Historias de la radio” (1955), “Plácido” (1961), “La gran familia” (1962) y “Un millón en la basura” (1967). En la primera, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, la Navidad transcurre mientras los protagonistas tratan de ganar un concurso radiofónico en una emisora de Madrid.
En la segunda (uno de los grandes títulos del cine español), filmada por Luis García Berlanga, el genial director se burla de las cabalgatas de Reyes que organizan los asociaciones caritativas para aliviar la Navidad de los pobres. La tercera la dirige Fernando Palacios, con argumento de Pedro Masó y Rafael J. Salvia, donde los protagonistas son, como dice el titulo, los miembros de una gran familia numerosa que vive una serie de acontecimientos durante los días navideños, entre ellos, el extravío de uno de los hijos en el centro de Madrid en pleno ajetreo navideño.
El cuarto ejemplo navideño español de esta década de los sesenta del pasado siglo, lo dirige José María Forqué y transcurre también en ese ambiente de pobreza en el que vivía una gran parte de la España de la época. El protagonista es un barrendero que se encuentra un millón de pesetas (una cantidad astronómica para esos años) en el cubo de basura, enfrentándose al dilema de quedárselo y salir de sus problemas o devolverlo a su dueño (desconocido en esos momentos).
No es cine navideño, pero una parte del viaje de Lope de Aguirre en la película de Carlos Saura, “El Dorado”, transcurre en las navidades de 1560. Y por ello, el cineasta español construye una escena en la que se ve el portal de belén y a los navegantes de aquel alucinante viaje cantando villancicos. Sin música (pues nos encontramos todavía en el cine mudo), pero también de ambiente navideño, es la secuencia del “Ben-Hur” (1925) de Fred Niblo en la que se ve el nacimiento, la adoración de los pastores y la visita de los reyes de Oriente.
Y también de belén navideño es una de las escenas que Nicholas Ray nos saca en su “Rey de reyes” (1961). En realidad, casi todas las películas sobre la vida de Jesucristo tienen la escena de su nacimiento hasta la llegada de los Reyes Magos, como ocurre en el “Jesús de Nazaret” que Franco Zeffirelli rueda en 1977. Aunque, seguramente, la primera película consagrada a los Reyes Magos es la producción francesa “La marcha de los Reyes” que Louis Feuillade filma en 1913.
Cine navideño es igualmente esa simpática comedia titulada “Un padre en apuros”, firmada por Brian Levant en 1996, donde Arnold Schwarzenegger se pasará los días anteriores a la noche en que llega Papá Noel, buscando el juguete que más añora su hijo (y todos los niños que lo han visto anunciado por televisión, que son millones): el Turbo Man. Es el regalo del momento, pero está agotado. Así que el exTerminator y el exPoli de guardería tendrá que esperar un milagro para no desilusionarlo. Pero, en estas fechas, los milagros, al menos en las películas, siempre llegan.
Por cierto Brian Levant ha rodado en 2012 una de las últimas películas –hasta la fecha– sobre Santa Claus; en realidad se trata de la segunda parte de un éxito sobre el añorado personaje navideño que filmó por primera vez, en 1983, Bob Clark con el título de “Historias de Navidad”. La de Levant se llama “Historias de Navidad 2” y como aquella está basada en la novela homónima de Jean Shepherd. También en 2012 se ha filmado, aunque esta vez en formato de animación, ��The Swan Princess Christmas”, con Barbie de protagonista y Richard Rich de director. De dibujos animados igualmente, pero en tono macabro, es “Pesadilla antes de Navidad” (1993) de Henry Selick, con argumento de Tim Burton, de quien se nota la impronta.
Recordemos otros dos títulos recientes (ambos de 2011), donde los regalos que trae Santa Claus son los protagonistas (además de nuestro barbudo personaje). Uno es norteamericano e igualmente de animación: “Arthur Christmas: Operación regalo”, dirigido por Sarah Smith y Barry Cook en 3D. En él se nos trata de aclarar cómo consigue repartir todos los paquetes en una noche. La segunda película es alemana: “Cuando Santa Claus cayó del cielo”, dirigida por Oliver Dieckmann, donde Papá Noel se estrella con su trineo, a causa de una tormenta, contra la casa de unos niños que no esperan nada de Navidad. ¿Es eso posible?
Navidad con Mayúscula son los títulos que ahora abordamos. Aunque en realidad, el primero, “Solo en casa”, ha tenido ya cuatro entregas: las de 1990, 1992, 1997 y 2002. El segundo se llama “Polar Express” y fue dirigido por Robert Zemeckis en 2004 por el método de la captura de movimiento, una técnica pionera en esta película que ya había sido probada con éxito anteriormente en el videojuego. Se trata, una vez más, de una historia sobre el misterio de la fabricación y entrega de los regalos navideños que hace Papá Noel en la noche del 24 al 25 de diciembre. La mayor parte del argumento transcurre en un tren que se dirige al lugar donde Santa Claus fábrica los juguetes.
Un tren muy especial, por cierto, donde el revisor está interpretado por la imagen capturada de Tom Hanks, a la que se suman las de todos los demás intérpretes que viajan en él: un grupo de niños deseosos de conocer ese secreto tan bien guardado, al parecer, en lo más profundo del Polo Norte. “Polar Express” se ha convertido ya en un clásico del género animado y es de obligada proyección en las emisiones navideñas de las televisiones de todo el mundo.
También en otro clásico se ha convertido “Solo en casa”, sobre todo la primera entrega –desenfadada, festiva y juvenil como pocas–, dirigida en 1990 por Chris Columbus, con la divertida interpretación de Macaulay Culkin, un niño actor que en esos momentos tenía 10 años. No podemos olvidar que en ese éxito tuvo mucho que ver la interpretación que hacen de los “malos” –en un tono igualmente jovial– Joe Pesci y Daniel Stern.
El acierto de esta película, en la que un niño es olvidado en su casa de Nueva York por sus padres durante un viaje de placer en plenas vacaciones navideñas, fue a lo largo de una década una referencia obligada para el rodaje de otras muy parecidas, animando a Hollywood, a causa de su éxito de taquilla, a continuar la veta de Kevin McCallister (así se llama el niño), el personaje inventado por John Hughes (autor de la historia y del guión).
Y para finalizar vamos a citar algunos títulos igualmente navideños y entretenidos (hay cientos relacionados con estas fiestas que no podemos abarcar en este reportaje). Empecemos por “Feliz Navidad” rodado en 2005 por Christian Carion y cuyo argumento transcurre durante la primera guerra mundial; “Bad Santa” (2003) de Terry Zwigoff, sobre un estafador de poca monta que se viste de Santa Claus para timar los días navideños; “Como en casa en ningún sitio” (2008) de Seth Gordon, cuyos protagonistas descubren en Navidad lo que dice el título de la película; “Fred Claus, el hermano gamberro de Santa Claus” (2007) de David Dobkin, con muchas gamberradas; “La leyenda de Santa Claus” (2007) del director finlandés Juha Wuolijoki, que nos cuenta la infancia y juventud de Santa Claus; “Sobreviviendo a la Navidad” (2004) de Mike Mitchell, con un ejecutivo muy rico que no tiene a nadie con quien pasar la fiesta; “Un cuento de Navidad” (2008) del cineasta francés Arnaud Desplechin, donde se mezclan problemas familiares para ofrecernos una película divertida y cínica; “Un cuento gamberro de Navidad” (2010) del director nórdico Jalmari Helander, y cuyo título resume su argumento; “Un vecino con pocas luces” (2006) de John Whitesell, donde los protagonistas se esmeran por querer destacar entre sus vecinos en época navideña; “Vaya Navidades” (2007) de Preston A. Whitmore II, centrada en los trajines de estas fiestas en el entorno de una familia negra; o “Elf” (2003) de Jon Favreau, también con Santa Claus de por medio, y muchos elfos.
Piezas de colección notables (todas originales), además de documentos históricos de primer orden. De momento, programas de mano, carteles (póster o afiches) y fotografías. Los primeros representan al coleccionismo más extendido debido a su pequeño tamaño y al número de coleccionistas que hay. El póster personifica un cuadro que puede colgarse y de hecho se cuelga en muchos hogares e instituciones públicas y privadas.
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