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¿Con 85 años recién cumplidos en la gran pantalla, Mickey Mouse es joven o viejo? Lo cierto es que el dicho de que “Por ti no pasan los años”, podía aplicársele a este pequeño ratón que se vio por primera vez en los cines estadounidenses el 18 de noviembre de 1928, durante el estreno de “Steamboat Willie”, un mediometraje de unos siete minutos y medio de duración dirigido al alimón por Walt Disney y Ub Iwerks. 85 años después, Mickey, como todos le conocen, es el personaje de animación más famoso de la Historia del Cine.
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“Steamboat Willie” fue sonorizada y estrenada con ruidos, gruñidos y una voz que ni los propios norteamericanos lograron entender –al resto del mundo le pareció la auténtica voz de Mickey–, pero que todos asumieron como la suya. No era el primer dibujo animado de la historia del cine. En 1908 habían aparecido los del francés Émile Cohl, que nadie duda hoy en situarlos como los primeros de esa historia, especialmente con el estreno de sus “Fantasmagorías” en ese mismo año, al que siguieron, entre otros muchos, “La venganza de los espíritus”, “El sueño de un camarero” o “Un drama entre fantoches”. Duraban poco más de un minuto.
Cuando surge este “Steamboat Willie”, ya se habían estrenado los dibujos de compatriotas de Walt, entre ellos los de Bud Fisher, Raoul Barre y Charles R. Bowers (autores de la famosa pareja “Mutt y Jeff”, en español “Benitín y Eneas”), Winsor McCay, George McManus (autor de “Las travesuras de Paquito y su perro”) o de Max Fleischer –con Kokó y Fido, sus personajes mundialmente famosos en los años veinte, que darán paso al Gato Félix– los cuales van a situarlo inmediatamente como el gran maestro del género antes de la llegada de Disney y la legión de geniales dibujantes que contratará para llevar adelante su vasta producción.
La mayoría de los héroes que preceden a Mickey provienen de las tiras cómicas que aparecían en los periódicos y tebeos de aquellos años. A Walt Disney le cabe el mérito de inventar todos sus personajes directamente para la gran pantalla, o si se quiere para el cine de animación. Mickey Mouse es un ejemplo. Aunque luego, muchos de ellos, además de convertirse en figuras del cine, serán los protagonistas de muchos tebeos y tiras cómicas en los periódicos.
Además, Walt y y su hermano Roy, se dieron cuenta enseguida de las posibilidades del sonoro, así que sincronizaron los movimientos de Mickey con música, algo que no se había hecho nunca antes. En sus peliculitas, tanto él como su novia Minnie bailaban. Y de esa forma los vieron los espectadores neoyorkinos en la primera proyección que se hizo de “Steamboat Willie” en el Teatro Rozy de la ciudad de los rascacielos el citado 18 de noviembre de 1928.
Hasta ese momento, la carrera de Disney –en realidad de los dos Disney, Walt y Roy, pues ambos hermanos seguirían juntos hasta su muerte– no había sido sencilla y tampoco le había acompañado ningún éxito que les permitiera disponer de dinero para invertir en unos estudios. El éxito, según relata una revista de Los Ángeles de la época, la McCall´s Magazine, le llegó con este ratón. “Las primeras películas hechas por Disney en Hollywood eran una malograda combinación de fotografía y dibujo. Se proponía que fueran muy caprichosos, pero resultaban medianas”, señalaba la publicación.
El primer dibujo de la marca que tiene una acogida favorable es el del Conejo Oswald, que Walt dibuja a plumilla y muestra a la industria de Hollywood a través de una animación en 1927. Los exhibidores lo incluyen inmediatamente en los complementos que iban por delante de los largometrajes que se exhibían en los cines. Con los ingresos obtenidos, sigue probando suerte.
En 1928 surge Mickey y las que fueron tituladas en España como “Las sinfonía tontas”. Para Disney, éstas eran la gran baza de su futuro como productor de dibujos animados. Sin embargo se equivocó, pues aunque alcanzaron un gran éxito, no llegó por ahí su verdadera fortuna, sino a través de un ratón que, además, sigue hoy más vivo que nunca.
{jb_quoteleft}El primer dibujo de la marca que tiene una acogida favorable es el del Conejo Oswald, que Walt dibuja a plumilla y muestra a la industria de Hollywood a través de una animación en 1927{/jb_quoteleft}En 1933, Walt y Roy firmaron un acuerdo con United Artists (UA), mediante el cual el estudio que tenía en exclusiva a Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Ronald Colman, David W. Griffith y otras superestrellas de la época, se comprometía a colocar a Mickey como una estrella más de la compañía, y a dedicarle a sus películas una esfuerzo contractual de primer nivel.
No les fue difícil a los ejecutivos de la Major cumplir su compromiso, ya que el ratón de Disney comenzó a ser reclamado inmediatamente por todas las salas de cine de dentro y fuera del Estados Unidos, hasta el punto de que en los inicios de la década de los treinta, la productora entregaba cada dos semanas a UA una película protagonizada por Mickey y otra de “Las sinfonías tontas”. Pero el éxito, recalcamos, le llegó a través de Mickey y de los personajes que se rodeó: Minnie, el perro Pluto o la vaca Clarabell. Sin olvidar que en “Las sinfonías tontas” surgieron personajes y episodios que alcanzaron gran popularidad, como los Tres Cerditos y El Flautista de Hamelin.
Los primeros estudios Disney, situados al final de Hollywood Boulevard, en la Hyperion Avenue –a partir de 1939 se trasladarán al lugar donde están ahora: en Alameda Avenue, en la zona de Burbank–, estaban formados por unas cuantas “habitaciones” (así las llamaban muchos de los que se encerraban en ellas para trabajar, manteniendo el espíritu del lenguaje español que se hablaba en la ciudad).
Las principales eran el cuarto (había varios) donde se dibujaba, la cabina de sonido, en donde se daban cita los músicos que iban a tocar las melodías, así como los creadores de sonidos, colocados delante de unos micrófonos por los que ladraban, balaban, imitaban a las vacas, a los cerdos, a las tormentas o bailaban el “tap dancing”, la danza de moda de aquellos años que tan bien se le daba a Mickey.
Los dibujos se pasaban luego a otra habitación donde se les fotografiaba uno a uno, y todos ellos, después, a otro cuarto donde se convertían en imágenes movidas gracias a una máquina de rodaje especial. Finalmente se mandaban a la habitación donde se realizaban las mezclas definitivas, antes de llegar al laboratorio en el que se tiraban las copias que se enviaban a UA.
¿Un gran negocio? En aquellos tiempos, no. Daba para pagar las nóminas y gastos de producción, aunque los resultados económicos eran pobres. Es cierto, Mickey ya era una celebridad que todos querían ver, pero llevarla a los cines costaba muchos dólares. La citada revista McCall’s Magazine confirmaba en su artículo que Disney no hizo una fortuna con estas primeras películas de Mickey y de “Las sinfonías grotescas”.
“Parece que Disney habría hecho una fortuna gracias a sus dibujos animados. Realmente se gana bien la vida, pero no se ha hecho tan rico como la mayoría de los productores de Hollywood, y esto es debido al hecho de que es un artista y no un experto comerciante. Una película como la del ratón Mickey, que dura unos siete minutos y medio, tiene un metraje de 230 metros y se han necesitado para hacerla unos 15.000 dibujos diferentes, ha sido siempre vista como un complemento de programa por el empresario cinematográfico. Por eso no quiere pagar mucho por ella, pues dice que no le trae público. Por consiguiente, el rendimiento de una película de tal índole es pequeño hasta ahora, y por eso el productor reduce al mínimo su coste. Un dibujo animado puede hacerse por dos o tres mil dólares e incluso por menos”.
El problema era que Disney no se conformaba con trabajos de “complemento”, sino que quería rodar películas de 20 minutos e incluso largometrajes. Así que empezó a gastar por encima de los 20.000 dólares para los nuevos dibujos animados que filmó a partir de 1933. Y así llegaron en 1937 “Blancanieves y los siete enanitos”, y en 1940 “Pinocho” y “Fantasía”. Cada uno costó por encima de los 2 millones de dólares, una cifra astronómica para aquellos años. Algunos hablaron de la quiebra de los estudios, ya que no podían suponer que unos dibujos animados dieran una taquilla capaz de sobreponerse al gasto de rodaje.
Se equivocaron, porque el padre de Mickey sabía el valor que tenía su ratón. Además, con él arropó a los nuevos personajes que se le fueron ocurriendo. Roy, una vez más, desde la parte administrativa y comercial, le apoyó en todas sus “locuras”. Ambos eran conocedores de que en esos años, solo en Estados Unidos, había 500 Clubs Mickey Mouse en otras tantas ciudades que agrupaban a más de medio millón de fans, todos ellos con carnet, casi todos ellos niños y jóvenes, con sus familias apoyándoles.
También por entonces abrían el negocio a nuevos productos que, unas décadas después, tendría su mayor éxito en Disneylandia y demás parques temáticos. Pero en 1933 los estudios ya vendían historietas cómicas en forma de tebeos o tiras en periódicos, traducidas a una treintena de idiomas. Y ya abundaba el “merchandising” en forma de venta de muñecos con las figuras de sus personajes más conocidos –y los eran todos–, siendo el principal Mickey Mouse, cuyos derechos de imagen les reportaba sustanciosos dividendos y el dinero que necesitaban para adentrarse en esos largometrajes que solo los hermanos veían como negocio.
Eso sí, tenían una ventaja con respecto a los demás estudios: los suyos no necesitaban camerinos para sus estrellas, ni debían pagarles ningún salario; no necesitaban tampoco agentes publicitarios para organizar ruedas de prensa, ni cócteles. Además –y esto era y es lo más importante–, sus celebridades nunca se pondrían en huelga, ni cambiarían de estudio, y ni Walt o Roy se enzarzarían en negociaciones con los cada vez más potentes sindicatos de actores. En una palabra: “Mickey y sus compañeros no tenían representantes sindicales. Toda una ventaja para los tiempos que corrían (en plena Depresión).
Solo tenían que vérselas con los dibujantes –medio millar por esos años–, los cuales nunca que nosotros sepamos les crean muchos problemas. Los Disney siempre los trataban como artistas, y sus artistas, se decía, se conforman con poco. Aunque la verdad sea dicha, Disney les pagaba muy bien y mantenía con ellos una relación fraternal y duradera. La mayoría de ellos siguieron con los Disney hasta su jubilación. Y participaron en casi todos los largometrajes y cortos posteriores. Además, era la forma de guardar los secretos de filmación en casa, algo que los Disney valoraron por encima de todo.
Piezas de colección notables (todas originales), además de documentos históricos de primer orden. De momento, programas de mano, carteles (póster o afiches) y fotografías. Los primeros representan al coleccionismo más extendido debido a su pequeño tamaño y al número de coleccionistas que hay. El póster personifica un cuadro que puede colgarse y de hecho se cuelga en muchos hogares e instituciones públicas y privadas.
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