El 12 de enero de 1998 moría a los 55 años en Boiro (A Coruña), el tetrapléjico Ramón Sampedro, que llevaba desde los 25 años postrado en cama debido una parálisis total que solo le permitía mover la cabeza. Durante los últimos años de su existencia, su nombre estuvo en la primera plana de los periódicos y telediarios al buscar denodadamente su propia muerte.
Como no podía hacerlo por sí mismo, recabó la ayuda de alguien. Y ese alguien, al parecer (no se pudo demostrar judicialmente), fue su compañera sentimental Ramona Maneiro. Su muerte aconteció ese 12 de enero tras consumidor una dosis letal de cianuro potásico. Se daba así el primer caso de eutanasia no legal en nuestro país, y con ello la persecución judicial de Ramona, a la que, finalmente, se dejó libre por falta de pruebas.
El tema de la eutanasia siguió en el candelero. Lo prueba el que el 3 de septiembre de 2004, se estrenase “Mar adentro”, la película en que Alejandro Amenábar (con guión propio y de Mateo Gil) exhibía la historia de Ramón con toda crudeza y defendiendo la eutanasia. “Creo que tiene lógica que haya acabado haciendo esta película porque habla de seres humanos y de la muerte”, declaraba el cineasta de 32 años por esas fechas.
“Es algo que tengo presente desde que estoy en el cine –seguía diciendo–. Me interesan las personas, y lo que da sentido o se lo quita a nuestra existencia: la muerte” Mar adentro” es o pretende ser, ante todo, un viaje. Un viaje a la vida y a la muerte, un viaje a Galicia, al mar y al mundo interior de Ramón Sampedro”.
“Mar adentro” fue producida por Himenóptero y Sogecine, ésta última muy activa por aquellos años. Su costo estimado fue de unos 2 millones de euros, que fueron más que cubiertos por los ingresos –10 millones– en las taquillas de España y muchos otros países del mundo. Entre ellos, Australia, Portugal, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Francia, Hungría, Singapur, Tailandia, Turquía, Israel y la mayoría de los países hispanoamericanos.
Mientras la película de Amenábar se veía en las pantallas del planeta, la Academy of Motion Picture Arts and Sciences la elegía como una de las cinco producciones no estadounidenses a concursar por el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Amenábar lo alzó triunfante el 27 de febrero de 2005, en la misma ceremonia (la 77) en que Clint Eastwood levantaba el brazo dos veces gracias a “Millon Dollar Baby” (por Mejor Película y Mejor Director).
En la gala, subido al estrado del Teatro Kodak de Los Ángeles, el cineasta español (cuarto en obtener un Oscar similar tras José Luis Garci, Fernando Trueba y Pedro Almodóvar) dedicaba el premio a Ramón Sampedro: “A pesar de buscar la muerte, fue una persona que demostró tener mucha vida”, dijo a los invitados que rebosaban el auditorio situado en Hollywood Boulevard. Y cómo no, ensalzó igualmente al intérprete que encarnaba al coruñés en su película: Javier Bardem.
El actor canario, en ese momento, era medianamente conocido por los profesionales y artistas de Hollywood, especialmente por su trabajo en “Carne trémula” que Almodóvar había filmado en 1997. Incluso había interpretado un papel secundario en la película de Tom Cruise “Collateral” (2004), dirigida por Michael Mann. Pero fue con su interpretación de Ramón Sampedro en “Mar adentro” como se “zampó” al todo Hollywood.
“La imagen de Javier Bardem –señaló Amenábar– muestra a simple vista el excelente trabajo de caracterización. Bardem se sometió durante más de cinco horas diarias al intenso proceso de maquillaje, echándole mucha paciencia, como habría hecho Ramón Sampedro. Pero esta imagen expresa, ante todo, y si miramos más adentro, la esencia de Ramón: un hombre sereno, valiente, alguien capaz de encarar la adversidad sin perder nunca la sonrisa. Él mismo decía: “Cuando no puedes escapar, aprendes a llorar riendo”.
“En cierto modo era un iluminado, y, sin embargo, también era una persona sencilla que no hacía apología de nada”. Eso decía Bardem de Sampedro: “Era un marinero –añadía– que había construido esa intelectualidad a fuerza de voluntad, porque en una situación como la suya, escribir y leer es muy difícil. Esa mezcla entre lo intelectual y construido, y a la vez, lo llano y de campo, me pareció lo más atractivo para entrar en él”.
“Para mí ha sido todo un reto físico. Yo tengo una dicción pésima, no me gusta nada mi voz, así que el reto de interpretación se basaba en manejar las inflexiones y la dicción para atrapar el interés. Yo, que siempre intento utilizar el físico para los personajes, solo podía mover cuello, cabeza y ojos. Pero las cinco o seis horas diarias de maquillaje me ayudaron a encontrar una forma diferente de relacionarme con el resto del equipo, sin moverme, con el gesto, con la voz...”.
Como decimos, “Mar adentro” fue un éxito de taquilla, pero también en el formato videográfico. Se estrenó en marzo de 2005 en el canal de alquiler y se vendieron más de 15.000 copias legales en DVD y VHS (en ese año todavía coexistían los dos formatos).
En VHS, los manteros hicieron su otoño vendiendo miles de copias piratas en la manta. Sin embargo, no se hicieron descargas ilegales desde internet, ya que los españoles estaban todavía en mantillas respecto a este método, debido al poco peso del ADSL en los hogares y a la escasa velocidad de descarga.
“Mar adentro” sirvió para confirmar a Alejandro Amenábar como un cineasta de primera fila no solo en España, sino entre los principales productores de Europa y Hollywood. Ya había hecho “Los otros” con coproducción de Tom Cruise e interpretación de Nicole Kidman (entonces felizmente esposados). Con esta película en una mano y un Oscar en la otra, no le fue difícil articular “Ágora” que filmó en 2009 (actualmente está en fase de postproducción “Regression”, con Emma Watson, Ethan Hawke, David Thewlis).
“Siempre hago la película que me gustaría ver en una sala de cine –aseguraba el cineasta español en 2004–, aunque suene a tópico. Lo que prima es la historia y no el presupuesto ni los actores con los que voy a trabajar. Ahora que el cine europeo está amenazado por el americano, y el mundial por la piratería y los nuevos formatos, creo que la experiencia cinematográfica debería ser un viaje. No un vuelo necesariamente, pero si un viaje emocional, algo que te saque de tu realidad y te lleve a otra”, concluye.