Francis Ford Coppola ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes “Por su contribución privilegiada al universo del cine”. Presidido por José Lladó y Fernández-Urrutia, el galardón lo ha otorgado un jurado formado también por Bárbara Allende Gil de Biedma, José Luis Cienfuegos Marcello, Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, Josep María Flotats i Picas, Guillermo García-Alcalde Fernández, Carmen Giménez Martín, Catalina Luca de Tena y García-Conde, Hans Meinke Paege, Rossen Milanov, Elena Ochoa Foster, Benedetta Tagliabue, Patricia Urquiola Hidalgo, Carlos Urroz Arancibia, Miguel Zugaza Miranda y José Antonio Caicoya Cores.
No puedo ignorar la categoría de tan ilustres miembros, ni rebajar los méritos de un cineasta que es la referencia más alta en la actualidad de la industria cinematográfica y de su prolongación artística, sobre todo para los cinéfilos y el cada vez más menguado público amante del cine (y no el consumidor de él). Pero estando como estamos en España, y siendo un premio español (de categoría internacional, qué duda cabe), el jurado debía saber que aún nos quedan por estas tierras personalidades cinematográficas con edad y categoría similar a la de Coppola (al menos desde mi punto de vista). Carlos Saura, sin ir más lejos. ¿Sabrán los ilustres miembros de este Premio Princesa de Asturias de las Artes quién es o si está vivo? ¿Habrán visto sus películas?
Pero ha sido el cineasta estadounidense Francis Ford Coppola, que cumplió el pasado 7 de abril 76 años, quien, al jurado de este año, le ha parecido el mejor Princesa de Asturias de las Artes posible. Nadie duda que tiene categoría y obra para ello. Sin ir más lejos le bastaría con la trilogía de “El Padrino” (1972, 1974 y 1990 y “Apocalypse Now” (1979); aunque yo añadiría “Corazonada” (1981), “La ley de la calle” (1983) y “Jardines de piedra” (1987).
Coincidí con Coppola por primera vez en el Festival de Cannes, donde presentaba su estremecedora película “Apocalypse Now”. Me remonto a 1979. Allí hablé con él en dos ocasiones: la primera en la rueda de prensa que siguió a la proyección, y la segunda, unos días después, en una entrevista privada con un reducido grupo de periodistas. Tenía entonces 40 años, y todo el mundo lo conocía por ser el director de “El Padrino Uno y Dos”, aunque también por las noticias que habían ido publicándose sobre el desastroso rodaje de “Apocalypse Now”.
Desastroso no por razones de insuficiencia del cineasta, sino a causa del presupuesto, que Coppola se había fundido antes de terminarla (inicialmente de 9.500.000 dólares, para acabar en 13.600.000). Incluso se hablaba de que iba a abandonar el rodaje y de muchas otras cosas que le daban morbo a la proyección en Cannes. En realidad, los graves problemas económicos surgidos, le llevarían, poco después, a desprenderse de la productora que había creado para hacer sus películas sin presiones de la industria cinematográfica: los Zoetrope Studios.
Años después, Vittorio Storaro, quien había sido el operador de la película (con la que obtuvo el Oscar de ese año) y que lo será igualmente de “Corazonada”, “Tucker, un hombre y su sueño” (1988) y el “sketch” que rueda en 1989 junto a Martin Scorsese y Woody Allen para “Historias de Nueva York” (“Life without Zoe”), me contaría algunas de las facetas de ese rodaje, que el “cinematography” italiano lo resumió en una frase: “Extenuante y reconfortante como operador”.
Y debió serlo, porque en la filmación en Filipinas ocurrió de todo, incluido tifones. Por eso, miles de periodistas no quisimos perdernos aquella proyección de Cannes del 79 (en realidad, el estreno de la película) para comprobar lo que había salido de esa tormentosa filmación. Lo que salió ya lo conocen ustedes si han visto “Apocalypse Now”. Nosotros lo apreciamos entonces, y les aseguro que emergimos de las dos horas y media que duró la proyección, como si hubiéramos formado parte de su rodaje y de la historia. Luego, en la clausura final, cuando el público y la prensa conocieron que era la ganadora de la Palma de Oro, prorrumpimos en una ovación clamorosa, como pocas veces se había oído en el Palacio de la Croisette.
En la entrevista multitudinaria a la que hacía antes referencia, se habló y se dijo de todo. Duró más una hora, y los organizadores del certamen tuvieron que cortar, porque podía haber durado tres y cuatro horas. Al día siguiente, ya con un grupo reducido de periodistas participé durante unos veinte minutos en un coloquio con Coppola de anfitrión. La pregunta genérica que todos teníamos en mente versaba sobre el significado que la película tenía para él. Y la razón última para hacerla.
Hacía 5 años que había finalizado la Guerra del Vietnán, aunque sus consecuencias trágicas para Estados Unidos seguían a flor de piel, y era el cine quienes mejor las mostraba. “Apocalypse Now” fue su más descarnado ejemplo. Y Coppola nos lo acentuó en una de sus respuestas en esa minirueda de prensa: “Yo he querido reflejar en mi película la fuerza destructiva que es la guerra para todos los que se implican en ella, una fuerza destructiva no solo física sino también mental”.
También sobre “Apocalypse Now”, muchos años después, hablé con otro de sus protagonistas: Dennis Hopper. Corría el año 2002 cuando me encontré con él en Sudáfrica, durante el rodaje de “The piano player”. Como era habitual en él, la mayoría de los personajes que elegía, eran los malos de la película, y esta del director francés Jean-Pierre Roux no fue la excepción. Durante la larga convivencia (de casi dos semanas) que tuvimos en Ciudad del Cabo y en territorio adentro de Sudáfrica, charlamos de muchas cuestiones, una de las cuales fue el rodaje de “Apocalypse Now”. También él, como Storaro, redujo sus recuerdos a una frase: “Ya me he olvidado de ella; la peor filmación de mi vida”.
Eso se supo después, cuando trascendieron sus desencuentros con Marlon Brando, y la dificultad que supuso para Coppola y para Hopper rodar con aquél. En realidad, muchas de las escenas en las que coincidieron ambos actores, debieron filmarse por separado, pues “El Padrino” –Brando tenía entonces 51 años y hacía siete que había interpretado ese personaje– no quería encontrarse con el protagonista y director de “Easy rider. Buscando mi destino” (1969), que había cumplido 39 cuando filma “Apocalypse Now”.
Algún día se rodarán películas sobre estos profesionales de la industria cinematográfica que alcanzaron también la cima del Arte. Los tres a los que me he referido en este reportaje sobre la concesión a Coppola del Premio Princesa de Asturias de las Artes, tienen biografías palpitantes y sugestivas. A la del cineasta se le añade ahora este galardón (el último para colocar en una vitrina repleto de Oscar, Palmas de Oro y otros laureles).
La última vez que estuve con Coppola no hablé con él, pero sí lo tuve a tiro de piedra, incluso nos dimos la mano, aunque este gesto lo repitió decenas de veces durante la fiesta que la Paramount organizó en 2001 para lanzar en DVD la trilogía de “El Padrino”: cinco discos en una caja preciosa de coleccionista, con el valor añadido de varias horas de contenidos extra que la hacían muy valiosa para cinéfilos y estudiosos de la obra del cineasta.
Fue una fiesta por todo lo alto, pagada por Paramount como digo, aunque fue Coppola y sus vinos, aceites, legumbres y otros productos de su “huerta particular” quienes se beneficiaron del espectáculo, realizado en la “Litte Italia” de Nueva York, en el barrio en donde vive el director y su familia. Hasta allí nos trasladamos periodistas y delegaciones de la compañía de todo el mundo para disfrutar de una tarde Coppola, merendando pizzas, perritos calientes y muchas otras cosas, y disfrutando de ese otro negocio (transformado en “hobby”) donde se zambullía cuando dejaba la cámara de lado.
Por supuesto, hubo una rueda de prensa, bajo una carpa blanca, en la que Coppola solo contestó, y durante un breve periodo de tiempo, a preguntas relacionadas con esa caja que reunía sus tres películas sobre la mafia ítalo-estadounidense y, principalmente, sobre ese complemento sorpresa –al menos yo y la mayoría de los que estábamos allí– no conocíamos esas aficiones de empresario de productos de alimentación. Fue la última vez que lo vi. (AGR)