Miércoles, 14 Mayo 2014 12:26

Una exposición de carteles de JANO reivindica su figura de artista

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“No soy un artista. Soy un pintor de calle”, manifestó a AGR en una ocasión. Y en otra: “Algunos me ven como un artista, pero soy un artesano”. Y seguramente era todo eso y más: artista, artesano, pintor de calle (sus acuarelas sobre Madrid son estampas maravillosas imbuidas de poesía que nos recuerdan las descripciones que hacía Mesonero Romanos en sus inmortales  libros escritos en el siglo XIX, “El antiguo Madrid” o “Manual de Madrid. Descripción de la Corte y de la Villa”, entre otros). ¡Y cartelista! De cine. También dibujante (¿o caricaturista? de los principales artistas cinematográficos que triunfaron en España durante las décadas del cuarenta al sesenta del pasado siglo. Un dibujante (¿o un cartelista?) con una psicología capaz de traspasar al dibujado o caricaturizado para sacarle el brío de su personaje y, de paso, parte de su personalidad humana.

JANO, cuyo verdadero nombre era el de Francisco Fernández Zarza, ofrece una evidencia de lo que decimos (reducida, eso sí, porque realizó más de 3.000  dibujos a lo largo de su vida para promocionar películas) en una exposición que, con el título de “JANO. Rostros de cine”, se ha inaugurado en la Fundación AISGE, abierta en la madrileña calle de Ruíz de Alarcón número 11 hasta finales de mes. En ella se pueden ver 20 de esos miles de carteles, realizados para el estreno de otras tantas películas filmadas entre los años cincuenta y sesenta. 20 rostros de otras tantas figuras –la mayoría ya desaparecidas– de ese cine español ya clásico: rostros de Lola Flores, Paquita Rico, Carmen Sevilla, Pepe Isbert, Ana Mariscal, Joselito, José Sacristán, Marisol y muchos más en un único retrato que rellena todo el cartel o compartido con otros artistas de las películas expuestas, ofreciendo así una de las más positivas facetas de ese cartel desde el punto de vista de la comunicación y el márketing: resumir la película en una especie de “collage”, tan intenso y vibrante que era imposible no entrar al cine a verla.  



Luego, otra cosa es que la película fuera buena o mala. Como le decía a AGR: “A veces me paraban por la calle gente que me conocía y me decía: oye JANO, he ido a ver la película tal porque vi tu cartel y me parecía buena. Pero es un pestiño”. Claro, él no tenía la culpa de que fuera un “tostón”. También los distribuidores le contrataban por esta cualidad de convertir las películas malas en (aparentemente) buenas. Al menos en su cartel lo parecían. JANO fue siempre un hombre de carácter  sencillo y afable. Cuando vivía apenas si se valoraban sus carteles fuera de ese carácter comunicativo y publicitario (hoy valen un pastón). Algo que pasaba con el trabajo de otros cartelistas de la España de entonces. Cobraban por pieza y, a veces, por figura. Él, además, pintaba ese Madrid de calles y plaza que en su madurez todavía conservaba los mesones y tabernas convertidas hoy en “Kentucky Fried Chicken”, “Burger King”, “McDonald’s” o pizzerías al estilo de cualquier gusto y pelaje. ¿Las habría pintado de haber tenido la oportunidad?