Como todos los años por estas fechas (primero de noviembre, Día de todos los Santos), actores profesionales y amateurs ponen en escena en numerosos puntos de España e Hispanoamérica, la inmortal obra (¡y no es un tópico! al menos en esta ocasión) de José Zorrilla, “Don Juan Tenorio”. Fue representada por primera vez en 1844, en el Teatro de la Cruz de Madrid, y desde entonces –y tampoco es otro tópico– se ha convertido en la obra más exhibida en el teatro español de toda su historia.
Desgraciadamente para su autor, este éxito no le hizo rico, ni siquiera le sirvió para pagar sus deudas o acabar sus días con la dignidad de un escritor de su prestigio (entonces era el autor más conocido en el mundo de habla hispana), sino que tuvo que mendigar una subvención del Estado para poder vivir sus últimos años. ¿Y saben por qué? Porque cuando Zorrilla escribió su obra, no existía ninguna ley de propiedad intelectual o de derechos de autor que protegiese a los escritores.
Se aprobó en 1866 (en una rúbrica conjunta con varios países europeos, en la ciudad suiza de Berna), precisamente para remediar la arbitrariedad (por no decir atropello) existente en la época contra los escritores, ya que una vez publicada su obra por un editor (que la imprimía) o de una compañía de teatro (que la representaba sin permiso de ningún tipo), eran aquél y ésta (los actores) quienes cobraban por su representación. Y en cada representación que se ha hecho de “Don Juan Tenorio”, desde 1844 hasta hoy, todos los teatros han estado a rebosar de público; y en vida de su autor, se hicieron cientos de ediciones impresas de la obra, sin pedirle permiso para publicarla ni a él ni a sus herederos.
La ley aprobada en el Convenio de Berna, por la cual se establecían en España los derechos de propiedad intelectual, a Zorrilla no le sirvió de nada, porque no contemplaba la autoría con carácter retroactivo. “En lugar de intentar acción alguna contra mis editores –escribió el dramaturgo con ironía y amargura en sus memorias (“Recuerdos de un tiempo viejo”), cuando ya pasaba de los 65 años–, poseedores legales de la propiedad de mi “Don Juan Tenorio” en época en la que aún no existía la ley de propiedad literaria, en vez de dirigirme contra ellos, al ver que Dios alargaba mi vida más de lo que yo esperaba, me dirigí francamente al Gobierno, diciéndole: “Mi Don Juan produce un puñado de miles de duros anuales a sus editores, y mantengo con él, en la primera quincena de noviembre, a todas las compañías de verso de España; pero como tu ley no tiene efecto retroactivo, no por el mérito de mi obra, sino por lo que a los demás produce, no me dejes morir en el hospital o en el manicomio”.
Sirva esta introducción sobre los avatares de “Don Juan Tenorio” y su autor, José Zorrilla, para dar inicio a esta artículo sobre la andadura del personaje en el cine. Advierto, sin embargo, que no será un trabajo sobre el Don Juan genérico, es decir el que surge con Tirso de Molina en “El Burlador de Sevilla”, obra publicada alrededor de 1619. Ni sobre la que escribió Molière (“Dom Juan ou Le Festin de Pierre”) en 1665. O sobre la que el italiano Lorenzo da Ponte entregó a Wolfgang Amadeus Mozart en 1787 para componer su “Don Giovanni”. Ni sobre la que Lord Byron escribió (“Don Juan. Poema épico”) en 1821. Ni tampoco sobre la que George Bernard Shaw estrenó en 1903 con el título de “Man and Superman”. O sobre la que, cuatro años después, surge de la pluma de Guillaume Apollinaire, con el rótulo de “Les exploits d’un jeune Don Juan”.
Es un reportaje exclusivamente sobre el “Don Juan Tenorio”, de José Zorrilla. Hay unas pocas películas con este argumento. Y la primera muy tempranera, de nacionalidad mexicana y con el mismo título que la obra teatral. Fue filmada en 1898 (cinco años después de la muerte de Zorrilla) y apenas duraba cinco minutos, el tiempo que tardaban entonces las películas en proyectarse. Desconozco qué escenas introdujo en ella el mexicano Salvador Toscano, director, productor y, probablemente, actor de la misma, pero de lo que estoy seguro es de que pocas seducciones pudo hacer el amante español, y aún menos lances recorrer, en este corto espacio de tiempo al que se reduce el metraje de la película.
Ese es, como digo, el tiempo medio que duraban entonces las películas. Y, sin embargo, el público, al parecer, asumía el argumento, y si no lo entendía, lo aceptaba casi con la misma ponderación que admitía las largas tramas que se estrenaban en el teatro o en la ópera. Al nuevo espectáculo de las imágenes movidas se le perdonaba cualquier cosa –incluso su corta duración– porque se le veía como un milagro. Estas cintas (así llamadas entonces) de una sola bobina de 30 metros escasos de longitud, fueron la tónica general hasta muy entrados los años diez del siglo siguiente.
Más o menos de la misma duración (siete minutos) que la mexicana, es el segundo “Don Juan Tenorio” del que tenemos noticia en la Historia del Cine, esta vez dirigido por un pionero español llamado Ricardo de Baños, que junto a Alberto Marro fundó la productora Hispano Films en Barcelona. Con ella sacó adelante este sencillo Don Juan, al que daba vida Cecilio Rodríguez de la Vega.
El pionero de la crítica y del periodismo cinematográfico español, Luis Gómez Mesa, señala en su libro La literatura española en el cine nacional que “La primera versión española de “Don Juan Tenorio”, perteneciente a los balbuceos del cine, que había fijado ya su atención en el teatro, resalta la denominación de la obra original: “drama–religioso–fantástico”. Escenografía escénica de telones pintados. Algunas copias fueron coloreadas a mano, fotograma por fotograma, y ello les daba especial encanto de cromos ingenuos. Siete cuadros muy rápidos: siete minutos de duración, de igual título que en el texto de Zorrilla: 1: Libertinaje y escándalo. 2: Destreza. 3: Profanación. 4: El diablo a las puertas del cielo. 5: La sombra de Doña Inés. 6: La estatua de Don Gonzalo. 7: Misericordia de Dios y apoteosis de amor”.
Ricardo de Baños se encargó de repetir la experiencia 13 años después, con una industria de la producción más desarrollada, un público ya fiel y preparado en el nuevo Arte –ya se le denominaba así, sin dejar de ser espectáculo– y unas salas de exhibición más cómodas y seguras. El pionero catalán, esta vez en compañía de su hermano Ramón, propietarios de la productora Royal Films, abordó su nuevo “Don Juan Tenorio” (también mudo) en unas condiciones mucho mejores que en la primera filmación.
Según el historiador Antonio Cabero, “Se llevó a cabo con esplendidez y lujo, interviniendo en el reparto lo más florido de la cinematografía catalana. Muchos inconvenientes y contrariedades encontraron los hermanos Baños antes de ver finalizada su obra, entre ellos el de la muerte de la protagonista, de mano airada, la noche antes de empezar la cinta; otra muerte, esta natural, fue la del propietario de la finca donde se realizaban los exteriores, y hubo de pasar su entierro entre estatuas y sepulturas fingidas”.
A Don Juan lo encarnaba Fortunio Bonanova y a Doña Inés, Inés Alcubierre. El citado Gómez Mesa asegura que esta versión “Fiel al texto original –diversos letreros: en versos zorrillescos unos, en ripios otros, reducidos todos a prosa vulgar– contenía imágenes un tanto teatrales. Se plasmaba algunas incidencias de las que se hablaba, como el galanteo, conquista y caída de la pescadora napolitana. Y la lucha con un bandido”. La filmación comenzó en octubre de 1921 y se acabó en marzo de 1922. Pero el estrenó tuvo que esperar: se hizo primero en Barcelona y después en Madrid, en ambas ocasiones durante el mes de octubre de 1924.
El siguiente Don Juan Tenorio que nos encontramos en imágenes movidas, es el de otro director mexicano, Enrique Rosas, quien en 1909 asume igualmente el papel del libertino sevillano (en aquellos años escaseaban los profesionales de la interpretación, pues los actores teatrales seguían viendo al cine como un enemigo de su Arte, y se utilizaba cualquier aficionado para encarnar el personaje definido por el argumento; y cuando faltaba éste, era el propio director el encargado de darle vida).
Tendremos que esperar bastantes años (hasta 1927), en las postrimerías del cine mudo, para ver un nuevo Burlador dirigido por Juan Andreu, responsable de una parodia de la obra de Zorrilla con el título de “El señor Don Juan Tenorio”, cuyo argumento había escrito el por entonces popular dibujante de tiras cómicas “Muro”. El encargado de vestirse de Tenorio fue José Benítez, un actor que había empezado su carrera en 1923 y se despide de la profesión con este personaje.
Regresando a México –país que ha volcado a su cine la mayor parte de nuestra mejor cultura literaria, así como la suya–, uno de los “reyes del churro”, René Cardona, lo aborda en 1937 como director y como actor. Su “Don Juan Tenorio” es el primer Burlador de Zorrilla que los públicos que pagaron la entrada para verlo –en España que yo sepa no se estrenó– pudieron disfrutarlo no sólo con los gestos sino con el sonido. El cine mudo hacía unos años que se había enterrado y, en ese momento, el cine sonoro era ya una realidad.
No he hallado casi nada del que, probablemente, es un título curioso (“Don Juan y Doña Inés”), filmado en 1939. Y digo curioso porque es una película corta de dibujos animados, con personajes basados en la obra de Zorrilla. Está hecha al alimón por dos grandes dibujantes de los años treinta que solían trabajar juntos, tanto en el cine como en la prensa (donde publicaban sus tiras): José Martínez Romano, encargado de dirigir la historia, y Fernando Perdiguero –que firmaba con el seudónimo de “Menda”)– como guionista y operador.
En 1941, el realizador español Adolfo Aznar nos ofrece en su película “El milagro del Cristo de la Vega” una representación del “Don Juan” de Zorrilla en el Toledo del siglo XIX. Y puestos a sacarle punta cómica al lápiz melodramático del calavera libertino sevillano, ahí está esa parodia titulada “Don Juan Tenorio” que Luis César Amadori rueda en la Argentina de Perón, concretamente el año 1949. Y de protagonista, Luis Sandrini, el humorista más famoso del país, una especie de Buster Keaton –por su cara de palo-, pero mucho más pastoso e insípido.
Que la cosa iba de broma, lo demuestra la publicidad que se diseñó para su lanzamiento. He aquí algunos eslóganes: “Dicen que la risa va por barrios. Pero desde que apareció el “Don Juan Tenorio” de Sandrini la carcajada es universal…”. Y: “Guapas y feas, altas y bajas, flacas y gordas no resistieron al influjo del hombre que supo ser león y cordero, avispa y mariposa”. O también: “Jamás existió amante más apasionado, nunca caballero más audaz…”.
Así llegamos al que, para muchos, es el mejor “Don Juan” que se ha filmado en España: el de José Luis Sáenz de Heredia, película presentada en el XI Festival de Venecia –corría el año 1950– y que mereció una calurosa ovación tras su exhibición. El prestigioso crítico e historiador italiano Carlo Verdone, después de verla en una sala del festival, dijo: “Se trata de una película psicológicamente profunda y narrada con excelente ritmo”.
Un Don Juan basado no solamente en Zorrilla, sino en algunos pasajes de la obra de Tirso de Molina. Producida por Chapalo Films, la compañía de la que era fundador y propietario el director, y distribuida por CIFESA, su lanzamiento nacional mereció un despliegue publicitario al estilo de Hollywood. Y para que los exhibidores, críticos y público en general pudieran entender las fuentes y los criterios que le llevaron a filmar a Sáenz de Heredia su película, se confeccionó un manifiesto en el que se hacía un minucioso análisis de los diversos recorridos del personaje a través de la Historia, por países, autores e, incluso, intérpretes.
“La figura de Don Juan Tenorio –se leía en el manifiesto–, tan universal, ha inspirado trabajos y estudios profundos y documentados, resaltando siempre la hispanidad de Don Juan que, como era lógico, no podía faltar en el cine contemporáneo, al que llega de manos del ilustre Sáenz de Heredia con una película hecha con la magnificencia y el lujo propios del asunto. Esta nueva producción borrará el recuerdo de todas las anteriores, como el “Don Juan Tenorio” de Zorrilla lo hizo con las obras teatrales que le precedieron. Chapalo Films añade con esta gran película el más preciado galardón a su brillante carrera entre las productoras españolas. Prueba de cuanto afirmamos sobre esta película, es el triunfo obtenido por ella en la Bienal de Venecia. En competición con la mejor producción mundial, el “DON JUAN” de Sáenz de Heredia fue aplaudido clamorosamente y elogiado por la exigente crítica italiana”.
La película del cineasta español cuenta con el actor Antonio Vilar de protagonista. Es el Don Juan que mejor encarna la visión que tiene Sáenz de Heredia del personaje, y que él mismo define así: “Si el Don Juan–tipo no admitía revisión, sí la admitía el suceso teatral de Zorrilla, por estas tres razones fundamentales: primera, porque es en el cine y no en el escenario donde ahora va a narrarse su aventura; segundo, porque va a presentarse a un público de mentalidad muy distinta al de la época de su glorioso estreno en el teatro; y tercero, porque el relato de Zorrilla, sin el apoyo de sus grandiosos versos, presenta para la lógica y para el “itinerario incidental” muchas lagunas que él fue el primero en señalar (…). Para los españoles no existe concepción distinta a la que plasmó Zorrilla. Ni siquiera el del creador, Tirso de Molina, cuenta para alguien más que para una minoría escogida y lectora”.
¿Y las mujeres de este Don Juan? Según el cineasta, “De alguna manera eligen el “pecado” de estar con Don Juan con entera libertad –tentación diabólica, según el punto de vista moral religioso–, pero ocupan en el drama teatral y en el de la vida misma una posición pasiva, de la que no se defienden (porque probablemente no haya razón para hacerlo), dejando que sea un hombre –el padre o el marido– quien lo haga; sin su consentimiento, claro”.
Esta realidad nos llevaría a la propiedad privada de la mujer respecto al hombre y de aquí al machismo y a todas sus desdichas y desventuras que siguen siendo al día de hoy de enorme actualidad. Esta mujer, o mejor dicho, estas mujeres en el drama–comedia de Zorrilla–Sáenz de Heredia tienen nombres: Lady Ontiveiros (encarnada por una bellísima Annabella en la plenitud de su carrera), Doña Inés (María Rosa Salgado), Claudina (Maruja Asquerino) y Mary Lamar (Condesa de Guadix).
Dos años después de esta película, otro director español se enfrenta al personaje de Zorrilla. El “Don Juan Tenorio” que Alejandro Perla filma en 1952, y cuyo Burlador encarna Enrique A. Diosdado, sigue la trayectoria de la obra teatral del autor vallisoletano. Pero tiene una particularidad: los decorados son de Salvador Dalí. El citado Luis Gomez Mesa la argumenta así: “Este curioso experimento es el trasplante íntegro, la filmación de la obra como se representaba en el teatro nacional María Guerrero, con la novedad –anunciadísima– de los decorados de Salvador Dalí, con reminiscencias Del Bosco, más o menos acopladas a su estilo tan personal. Se estrenó en el cine Actualidad, ya desaparecido (en su lugar se construyó un banco, el 26 de octubre de 1953), con poquísimo éxito. Los espectadores eran estudiantes y universitarios”.
Mencionaré algunos títulos de la ingente cantidad de don juanes –de diferentes nacionalidades– rodados para las muchas televisiones del mundo. Uno de ellos es el “Don Juan Tenorio” de Gustavo Pérez Puig, con Francisco Rabal de protagonista y Concha Velasco de Doña Inés, filmado en los albores de nuestra TVE, en 1964. Se trata de un clásico de este formato, realizado con varias cámaras y retransmitido en directo. Una obra maestra de esta plástica, en los comienzos de nuestra pequeña pantalla, con la estructura teatral intacta, aunque matizada por la puesta en escena televisiva.
De nuevo en la historia del vallisoletano se centra otra filmación de TVE, realizada por Antonio Mercero en 1974, con dos don juanes (José Martín y Antonio Medina) y tres doñas Inés (Ágata Lys, María Ángeles Garralón y Carmen Maura). Dieciséis años más tarde, este mismo director realiza para las salas “Don Juan, mi querido fantasma”, protagonizado por Juan Luis Galiardo y algunas famosillas de la época (Loles León, María Barranco, Verónica Forqué, Rossy de Palma) en los papeles femeninos. Es un largometraje que pasó sin pena ni gloria, y en el que Zorrilla ponía la idea original y Mercero la alteraba ajustándola a nuestra época.
También de TVE y con argumento de Zorrilla, son los tres últimos que citaré para la pequeña pantalla: “Don Juan itinerante” (1988) de Eugenio García Toledano, con Tony Isbert de Burlador; “Don Juan” de José Luis Berlanga que rueda en 1997, con José Coronado de protagonista; y “Don Juan en Alcalá 2005” (de este mismo año) de Jaime Azpilicueta, con Mariano Alameda. Esta producción utiliza tanto el argumento de Zorrilla como pasajes de algunas novelas cervantinas, entre ellas “Don Quijote de la Mancha”.
Y terminando con Zorrilla, todavía podemos encontrar algunos ejemplos más del interés del cine por él. Uno, de 1971, es el que con el título de “Le calde notti di Don Giovanni” (que en España se tradujo por “Los amores de Don Juan”) dirigió el italiano Al Bradley (seudónimo de Alfonso Brescia), con Robert Hoffman de Tenorio y una selección de las más bellas mujeres de la época encarnando a Esmeralda Vargas (Barbara Bouchet), Isabella Gonzales (Ira de Fürstenberg) y Maddalena (Annabella Incontrera). Una película del género de “destape”, como se denominaba entonces a todas aquellas en la que el argumento era un pretexto para sacar en paños menores o en “pelotas” a los protagonistas (principalmente a las chicas).
Hay otra producción española de 1977, dirigida por Tomás Aznar, con el título de “Viva/muera Don Juan Tenorio”, en la que Don Juan es interpretado por Lorenzo Santamaría y Doña Inés por Ángela Molina. Nuestro héroe, además de ser amante y Burlador, tiene aquí inclinaciones democráticas, lo que le hace luchar contra la Inquisición.
Una de las últimas películas que se ha rodado hasta la fecha sobre el argumento que venimos anunciando, es la de “Amar y morir en Sevilla (Don Juan Tenorio)”, dirigida en 2001 por Víctor Barrera (que también firma alguna de sus películas con el nombre de Víctor Alcázar). Es una nueva reinterpretación de la obra de Zorrilla. Don Juan, encarnado por Antonio Doblas, seduce a la misma mujer que su fiel servidor Ciutti, lo cual les lleva a la situación de tener que batirse en un duelo a muerte para quedarse el vencedor con la todavía joven virgen que ambos aman. La película de Barrera, que fue filmada en Sevilla y localidades de la zona, alcanzó varios premios nacionales e internacionales.
He contabilizado más de 100 donjuanes cinematográficos y, seguramente, hay muchos más en los que el Burlador es protagonista de alguna manera. Aparte restan todos aquellos amantes, seductores, calaveras, libertinos, conquistadores, galanes o tenorios que inundan las películas de tono romántico, ya sean del género de comedia, drama o aventura. Hay donjuanes, como hemos visto, pornográficos, de animación e, incluso, de marionetas (el corto filmado en 1970 por el checoslovaco Jan Svankmajer con el título de “Don Sanche)”.
Ni Don Quijote ha merecido tanta abundancia. Quizá Hamlet haya sido abordado de manera parecida por el cine. Prácticamente desde que surgen las imágenes movidas, aparece nuestro héroe burlando actrices y cabalgando por Europa, aunque, con los años, se ha mudado a otros países de casi todos los continentes.
Antonio García-Rayo