Hace 30 años por estas fechas (septiembre de 1984), en el Café Gijón de Madrid se reunían Miguel Picazo y Antonio García-Rayo (AGR) para hablar de “La tía Tula”. Se cumplían dos décadas desde su estreno en el madrileño Cine Lope de Vega (el 21 de septiembre de 1964). Durante más de dos horas estuvieron hablando de la película y de todo lo que pasó (y recordaba) del rodaje, de después del rodaje y de su travesía durante los años siguientes, en los que “La tía Tula” seguía cosechando admiración y premios (y también amonestaciones, advertencias e, incluso, rechazos, como el de la Dirección General de Cinematografía que no la seleccionó como candidata de nuestro país al Oscar).
Ahora que cumple el medio siglo de vida, publicamos por primera vez un extracto de aquella conversación que ofrece una gran información adicional a la hasta ahora publicada sobre la inmortal obra del cineasta jienense (nacido en Cazorla en 1927). Recordamos al lector que para entender las fechas y las palabras del entrevistado y las cuestiones que les plantea el entrevistador, debe fijar su atención en el momento en que Picazo habla de los tiempos transcurridos desde el estreno de su película (finales de 1984).
AGR: Ahora se celebra el aniversario de “La tía Tula”, ¿que se vio por primera vez?
MP: En Salamanca, creo que en abril de 1984, con motivo de los actos de la celebración del centenario del nacimiento de Unamuno.
AGR: Pero fue un pre-estreno
Sí, porque su exhibición oficial tuvo lugar en julio durante el Festival de San Sebastián, aunque su estreno en salas fue durante el mes de septiembre.
AGR: ¿Cuándo empezaste el rodaje?
MP: El 16 de septiembre de 1963
AGR: ¿Y la terminaste?
Me parece que el 4 de octubre de ese mismo año.
AGR: 20 años después, ¿cuáles son tus recuerdos de “La tía Tula”?
MP: Me sigue pareciendo tan magnífica como la primera vez que la vi terminada. Vista en perspectiva, me parece muy positivo todo lo que hice. Me pasa con todas mis películas. Yo no cambiaría la opinión sobre ellas jamás, porque como no las hago a la ligera, sino pensándolas mucho y viendo todos los pros y todos los contras, las asumo como son, y pienso que si son así es por alguna razón. Cuando termino una película me pongo a pensar en otras, las cuales me crean problemas distintos. Y la anterior se queda ahí, como cualquier etapa de tu vida. Tienes un recuerdo vivencial de ella, has sacado provecho de esa etapa, pero nada más.
AGR: ¿“La tía Tula” la rodaste con todo el apoyo del mundo? ¿Te faltó alguna cosa?
MP: Ha sido la única película que he hecho verdaderamente a gusto, a excepción de “El hombre que supo amar” que también la rodé muy a gusto. Con un único inconveniente: que era una historia que se me dio hecha; quizá si me hubiera plantado desde el origen, no hubiera salido el argumento así, tal vez le hubiera dado otro enfoque. Aunque una vez aceptado el guión la dirigí con todas las complacencias habidas y por haber, y disponiendo de todo lo que el guión necesitaba.
AGR: ¿Cuánto costó “La tía Tula”?
MP: Creo recordar que fueron unos 6 millones de pesetas.
AGR: ¿Cuánto cobraste tú?
MP: No me acuerdo bien, pero cerca de 200.000 pesetas.
AGR: ¿Era un sueldo importante en esos años?
MP: Para un director principiante y para la época sí.
AGR: ¿Te fue fácil dirigirla?
MP: No tuve ninguna dificultad
AGR: La verdad es que acababas de diplomarte en la Escuela de Cine, lo que te convertía en un “primerizo”
MP: Sí, pero ya estaba de profesor auxiliar en la escuela y eso me daba cierta ventaja.
AGR: ¿El guión era de cosecha propia?
MP: No, verás. Cuando termine en la Escuela, yo era muy amigo de Marco Ferreri, que vivía y dirigía entonces en España. Por esa época él fundó una productora y me contrató para hacer mi primera película, que se iba a llamar “Jimena”. Pero surgieron problemas enormes, entre ellos el que la coproducía con UNINCI, en unos momentos en que a UNINCI se le vino encima todo aquel desastre de “Viridiana”… UNINCI se fue al garete, Marco se fue de España y “Jimena” se quedó colgada.
AGR: ¿Y cómo vuelve a surgir la colaboración con Ferreri?
MP: Después de todo esto, como a Ferreri le gustó mucho el guión de “Jimena”, pero no lo podía filmar, me dijo que quería hacer una segunda película conmigo. Así que pensando en una serie de títulos salió “La tía Tula”. Entonces yo empecé a escribir el guión mientras se arreglaban los problemas de “Jimena” (lo que no sucedió nunca), y así fue como lo terminé, y de ahí salió mi primera película.
AGR: ¿Te sirvió para rodarla lo que habías aprendido en la Escuela de Cine?
MP: Todo. Es decir, yo soy un producto típico y tópico de la Escuela de Cine. Allí tuve dos profesores magníficos, a los que les debo muchísimo, y que hoy en día son íntimos amigos míos: Carlos Serrano de Osma y Pepe Maesso (José Gutiérrez Maesso) que me abrieron unos horizontes magníficos, me estimularon y me orientaron muy bien. Yo, de ellos y de la Escuela, guardo un recuerdo inolvidable.
AGR: ¿Piensas que las escuelas de cine actuales sirven para que salgan buenos directores?
MP: Mira, a mí la mía me sirvió; las de hoy, como no las conozco o no he estudiado en ellas, no sé cómo están. Cualquier opinión que yo te dé sería una frivolidad, porque es una opinión sin vivencias y sin documentación. En cuanto a mí, lo que soy se lo debo a la Escuela.
AGR: ¿Piensas que es necesario la existencia de una Escuela para enseñar a hacer cine?
MP: Para mí sirvió, pero otra persona puede decir que no, y su opinión pueda ser tan válida como la mía. Cada uno es artífice de su propia fortuna, como decía Quevedo, y yo soy de la mía. Cada uno orienta su vida de forma distinta. Yo tuve esa opción, la aproveché, y me parece positiva y maravillosa.
AGR: ¿Dónde filmaste “La tía Tula”?
MP: En Guadalajara
AGR: ¿En el mismo Guadalajara?
MP: En Guadalajara ciudad y en el pueblo de Vihuela. Incluso los decorados que se hicieron fueron reproducciones exactas de casas de Guadalajara.
AGR: Me has dicho que escribiste el guión…
MP: Sí, lo hice con un grupo de colaboradores, de compañeros de la Escuela de Cine, que fueron José Miguel Hernández, Luis Sánchez Enciso y Manuel López Yubero. Con éste último he mantenido una colaboración como guionista casi permanente hasta hoy.
AGR: ¿Elegiste a los actores?
MP: Sí, del primero al último. Y también a los colaboradores.
AGR: ¿Y montaste la película?
MP: Bueno sí, pero con la ayuda inestimable de Pedro del Rey.
AGR: Bajo tu supervisión
MP: Claro. En España el director ha sido el montador siempre.
AGR: “La tía Tula”, al final, no la hiciste con Marco Ferreri
MP: En efecto, la rodé con Eco Film y Surco Films. Eco Films ya había producido varias películas. Sin embargo, Surco Films, que pertenecía al escritor y luego también director Nino Quevedo, se creó justamente para coproducir “La tía Tula”.
AGR: ¿Cómo entraste en contacto con ellas?
MP: Con Eco Films porque estaba entonces de productor ejecutivo José López Moreno, compañero de Universidad y compañero en la Escuela de Cine. Surco Films, como digo, no existía, simplemente que el guión le gustó mucho a Nino Quevedo.
AGR: ¿Te acuerdas de alguna anécdota de la proyección en Salamanca?
MP: No. Bueno sí: que casi no llego a la proyección.
AGR: ¿Y de San Sebastián?
MP: Que se puso justamente el 13 de julio de 1964, el último día del festival.
AGR: Y se llevó varios premios…
MP: Sí, el de Mejor Director otorgado por el Jurado Internacional y el Premio Perla del Cantábrico a la Mejor Película.
AGR: ¿Que te quedan de aquellos momentos?
MP: Recuerdo que fue un éxito clamoroso, rotundo, impresionante. Fue ovacionada varias veces.
AGR: ¿La crítica la acogió bien?
MP: Bueno, la crítica, sobre todo la madrileña, siempre ha sido reticente con mi cine. Se rindió a la evidencia cuando en el Festival de Prades de Francia obtuvo el Premio a la Mejor Película Extranjera, cuando se enteró de que el Certamen de Lisboa me otorgó el premio al Mejor Director y a Aurora Bautista el de Mejor Actriz, cuando en Nueva York fue considerada una de las cinco mejores películas estrenadas en 1965 o que en San Sebastián fuera un éxito total y que en Argentina fuera reconocida como la mejor película del año, o en el Festival de Cartagena de Indias fuera la película ganadora. Para rematar esta serie de distinciones, el Círculo de Escritores Cinematográficos le otorgó todos sus premios, menos el de Mejor Actriz (que se lo llevó María José Alfonso por “La niña de luto” de Summers).
AGR: ¿Pero dices que la crítica en un primer momento fue reticente?
MP: Sí, sobre todo la mala crítica del Diario Ya que la escribía Pascual Cebollada… Lo digo sin ningún resentimiento. Además, a mí la crítica me afecta muy poco. Pero el reconocimiento nacional e internacional fue unánime. Cuando una crítica tan prestigiosa como la del New York Times, la del Times o la de Life (de la que guardo fotocopias) se entregara de forma total y absoluta hacia mi película, sin escatimar elogios, a mí me llenó de orgullo.
AGR: ¿Te acuerdas dónde se estrenó en Nueva York?
MP: No lo recuerdo bien…
AGR: No era fácil entonces estrenar películas españolas en Nueva York o en Estados Unidos
MP: Eso fue una historia especial. Se estrenó porque un espectador estadounidense, con negocios en España, Gilbert Martin Rude, se metió en el cine y vio la película. Y le entusiasmó. Entonces se puso en contacto con la productora y les compró los derechos de distribución en Estados Unidos. Se la llevó a Nueva York, montó una empresa para distribuirla y la estrenó allí, al margen de cualquier circuito nacional o internacional.
AGR: ¿Y fue la única vez que se dedicó a la distribución cinematográfica?
MP: Sí. Compró luego “Del rosa al amarillo”, quiso comprar “9 cartas a Berta”, pero era un hombre con muchos negocios y, a excepción de mi película, los otros no le fueron bien. Y lo dejó. Lo de “La tía Tula” fue una aventura aislada.
AGR: ¿Ganó mucho dinero con ella?
MP: Me dijo que había sido el negocio más redondo que había hecho en su vida.
AGR: Además de Estados Unidos, ¿se estrenó en otros países?
MP: Pues no lo sé. El director no es el propietario de la película. La haces y ya pierdes el control, así que apenas te llegan noticias.
AGR: ¿La has vuelto a ver desde entonces?
MP: No una, sino montones de veces. En ocasiones por obligación, porque es una película que en casi todas las capitales donde se estrenaba me llamaban para que acudiese al estreno. Además, se ha puesto en cine-estudios, cineclubs, asociaciones de todas clases, festivales como el de Valladolid, cuando hicieron unas jornadas dedicadas a la época de José María García Escudero y a aquel movimiento salido de los alumnos de la Escuela de Cine... Sí, la he visto muchísimas veces.
AGR: ¿Con “La tía Tula” seguiste la línea argumental de Unamuno al dedillo?
MP: No, no quise hacer lo que había escrito Unamuno. Éste fue para mí una experiencia cultural, pero yo llevaba un bagaje de cosas que quería decir y me interesaban. La labor de Unamuno fue un punto de partida.
AGR: ¿Tuviste un modelo cinematográfico a la hora de rodarla?
MP: Tampoco. Fue una exigencia personal y vivencial mía. Creo que en mis películas es bastante difícil encontrar influencias.
AGR: ¿Entonces no te han influido ni directores ni escuelas?
MP: Bueno, no me gustan directores a secas, me gustan películas. Yo puedo admirar a los maestros que son dignos de todo mi respeto. Y son muchos, sobre todo aspectos de su puesta en escena que me inquietan, me estimulan y me han enseñado mucho. Pero no soy un director que me referencie con otros directores. Yo les respeto y les admiro, pero no a nivel de que me condicionen.
AGR: Bueno, pues películas…
MP: Películas, muchas. Por ejemplo a mí “Las uvas de la ira” de John Ford me parece una obra maravillosa que yo venero, o “Monsieur Verdoux” de Chaplin que es extraordinaria, o el episodio de los partisanos del Delta del Po en “Paisà” de Rossellini, o “El diario de un cura de aldea” de Bresson, o “Sangre sabia” de Huston. Esas y otras son películas que a mí me han marcado profundamente, y son muy poco espectaculares, pero muy difíciles de hacer y que no tienen un eco popular.
AGR: ¿Y las películas de ciencia ficción?
MP: Hay una que amo profundamente: “2001, una odisea del espacio” de Kubrick. También la puedo poner en ese grupo de películas señeras para mí. Yo creo que en esa película, Kubrick lo hizo todo. Ahí está “La guerra de las Galaxias” y todo lo demás del género. No es que no me interesen, pues a mí me interesa todo el cine, aunque dentro de una escala…
AGR: ¿Qué te parecen directores como George Lucas, Francis Ford Coppola o Steven Spielberg?
MP: No me entusiasman demasiado. Yo pienso que hoy, el 90% de los realizadores, saben hacer planos con mucho dinero, pero el lenguaje cinematográfico, la puesta en escena, brilla por su ausencia. Hacer un plano es lo más fácil de este mundo. Lo difícil es sumar los siguientes planos para fabricar con ellos un lenguaje. Y la prueba la tienes en que con estos realizadores, esos maravillosos montadores de Hollywood, se vuelven locos porque no son planos que le den sentido a la narración. Hoy, el director, retrata la acción, no crea lenguaje. Desde el punto de vista de la puesta en escena, el cine es hoy tan poco creativo o imaginativo como pueda ser un telefilm. Yo pienso que el cine es un lenguaje adulto y superior. Para mí, el 90% de los directores de hoy no hacen cine.
AGR: ¿Con más dinero para la producción se pueden hacer mejores películas?
MP: Creo que no. Hay películas que necesitan mucho dinero y otras que no necesitan tanto.
AGR: ¿Pero no mejoraría, por ejemplo, con más inversión el cine español?
MP: No. El cine español lo que necesita es mercado, un mercado que le permita desarrollar un determinado número de temas. Nosotros, aquí, no podemos hacer ciencia ficción a la manera de Hollywood, no podemos filmar una “Guerra de las Galaxias” un “E.T.”. ¿Por qué? Pues porque nuestro mercado no da para unos presupuestos de esa categoría. Podemos filmar dentro de una “aldea” más restringida.
AGR: Tú hiciste una adaptación de una grandísima obra literaria española. ¿Crees que las adaptaciones de otras novelas similares son un camino acertado para nuestro cine?
MP: Mira, pasa una cosa tremenda en el cine español, y es la falta de ideas de los productores, que no saben muy bien lo que quieren a nivel de renovación temática. Piensan que al adaptar una buena novela, el público sabe a qué atenerse, pues tiene una base, una estructura narrativa literaria y una serie de cosas que, a priori, parece que dan seguridades y permite el montaje industrial y económico del proyecto. En esa medida es positivo. Pero hay que ir más allá.
AGR: ¿Ha llegado ya el lenguaje cinematográfico a su zenit?
MP: ¿Sabes lo que ocurre? Que el cine es un poco el hijo tonto de la Cultura. La literatura, la pintura, los demás medios de expresión, con sus lenguajes, estímulos y demás medios de expresión que nos ha dejado la Cultura anterior al nacimiento del cine, tienen siglos de tradición. El lenguaje de la imagen llega en una época en que, además, las renovaciones técnicas son constantes. Así que un poco por necesidad, toma cosas de los demás medios de expresión que, en cierta manera, son ajenas a su propio ser. Pienso que al cine se le debe mirar en función de una evolución permanente, no pensar que lo que se ha hecho hasta ahora es el final de su camino, y que lo que se va a filmar de aquí en adelante va a ser repetitivo. No, el lenguaje de la imagen hay que verlo con una tremenda expectativa de futuro, en donde tenga una entidad más personal, más independiente de todos esos otros lenguajes expresivos en los que, cuando nació, ha debido apoyarse y ha vivido en su adolescencia.
AGR: Antes hablabas de la crítica cinematográfica de la época de tu película, ¿Qué opinas de la actual?
MP: Que es mala, y no por una cuestión personal mía. A nivel de aportación al cine, nuestra crítica, en general, no ha sido una crítica tan severa, tan exigente, tan rigurosa como la americana; no ha sido una crítica creadora, tan espectacular en algunos de sus resultados y consecuencias como la francesa; no ha tenido la capacidad de análisis detallado que ha tenido la crítica italiana. Nuestra crítica ha sido ocasional y, el 90% de las veces, ha vivido miméticamente. Es decir, que como las buenas películas, por culpa de la censura, se han estrenado en otros sitios, la crítica española se ha limitado siempre a repetir los clichés que venían de fuera. Ahora bien, cuando nuestra crítica se ha encontrado con la exigencia de definirse respecto al producto nacional, ha hecho una crítica negativa, a la que se le ha visto todas sus fisuras por no ser creadora y no poner el dedo en la yaga a ningún nivel.
AGR: ¿Se te felicitó por “La tía Tula”?
MP: Sí, fue de inspiración y estímulo para muchos. No pienso que fuera dañina para nadie.
AGR: ¿Cómo es que entre “La tía Tula” y tu siguiente película, “Oscuros sueños de agosto” (1967), pasaras tanto tiempo sin dirigir?
MP: Sí fue tremendo. Yo, después de “La tía Tula”, no encontré ningún productor que me dijera: ‘Picazo qué quieres hacer, haz lo que quieras, repite otro éxito como ese´.
AGR: ¿Ni siquiera los productores que la hicieron?
MP: Ni siquiera esos. Yo parto de la premisa de que a los productores que la hicieron, no les gustó. Y la verdad, por lo que yo descubrí después, es que no les gustó. Pienso, en alguna medida, que debido a que la película había tenido un éxito que les había desbordado sus propios gustos, pues no me contrataron más. O sea, ¡les jodió!
AGR: Pero habían leído el guión
MP: Mira, pasó una cosa. La película se hizo y le debe mucho a Pepe López Moreno y a Nino Quevedo que creyeron desde el principio al final en ella. Tras terminarla, se creó dentro de la productora un problema de reajuste y, apenas la finalicé, López Moreno tuvo que dejar la productora. Permanecieron los otros productores que le criticaban haber apostado por ella, sobre todo Juan Miguel Lamet que fue quien se quedó con todo.
AGR: ¿No le gustó a Lamet?
MP: ¡Nada! Debo, sin embargo, dejar claro que el que no guste una película mía me parece absolutamente respetable.
AGR: ¿Tenías otros guiones preparados?
MP: No, después de “La tía Tula” ninguno. Luego firmé un contrato con Luis Sanz para rodar una película que se iba a llamar “Brincando”, pero no se hizo. Acabamos en la Magistratura de Trabajo. Luego me llamó Cesáreo González para hacer una historia con Sonia Bruno, de la cual salió “Oscuros sueños de agosto”; después tuve una serie de tentativas para hacer cine, pero coincidió con la salida de García Escudero de la Dirección General de Cinematografía. Durante el estreno de “La tía Tula” ya no estaba García Escudero, lo que dio lugar a un recrudecimiento de la censura que desembocó en la etapa de crisis casi total que sufrió el cine español, de la que, parece ser, ya no se recuperó hasta ahora.
AGR: ¿”La tía Tula” tuvo problemas de censura?
MP: Sí, tuvo ocho cortes, entre ellos una meditación que hacen Tula y sus amigas, y parte de la escena de Juanita y Ramiro. La verdad, ahora no me acuerdo de los otros, pero eran detalles. Se hicieron una vez terminada la película. En “Oscuros sueños de agosto” solo tuve un corte, pero asesino y mortal. Después se ha puesto en televisión y he intentado que se exhibiera completa, pero no me lo han permitido. Te estoy hablando después del cambio, en plena Transición.
AGR: ¿Los cortes de “La tía Tula” desvirtuaron algo o mucho la historia?
MP: No, solo le quitaron carga en profundidad, pero en “Oscuros sueños de agosto” si fueron peligrosos.
AGR: ¿Conocías a los que estaban en la junta de censura entonces?
MP: No los llegué a conocer nunca, ni supe sus nombres.
AGR: ¿No hablaste con alguno de la Dirección General de Cine para protestar por lo que te hacían en “Oscuros sueños de agosto”?
MP: Bueno, con los censores no. Hablé con los responsables de la Dirección General de Cine, con Florentino Soria en concreto y con alguno más, pero no sirvió de nada, porque tampoco les gustó. Soria llegó a decirme que a él no le gustaba el cine que yo hacía; me quedé con las ganas de contestarle que a mí tampoco me gustaba que él fuera Subdirector de Cinematografía y tener que venir a su despacho a templar gaitas con él.
AGR: ¿Y a José María García Escudero le gustó?
MP: Pienso que tampoco. La prueba es que se intentó llevar al Oscar, e incluso existen los documentos del visionado por la Academia, pero como entonces las películas del Oscar las elegía la Dirección General de Cine, ésta prohibió que “La tía Tula” fuese seleccionada para representar a nuestro país. Ya se había estrenado en Estados Unidos, y por lo tanto tenía una oportunidad de quedar muy bien, pues había alcanzado, como ya te dije, un gran éxito en Nueva York y unas maravillosas críticas. La cosa no quedó ahí: tras el éxito en al Festival de Prades, me llamaron para decirme que no la lleváramos a ningún festival más sin la autorización de la Dirección General de Cine.
AGR: ¿Acaso se puede traslucir de estos rechazos que no gustase a las autoridades religiosas o a los creyentes de entonces?
MP: Creo que no. Pienso incluso que donde más resonancia positiva tuvo fue entre el público católico.
AGR: Pero fue gente como Pascual Cebollada, incluso José María García Escudero o Florentino Soria, por solo citar a los que tú has mencionado –alguno de de ellos, como el primero, de un catolicismo más que ortodoxo– quienes más te atacaron.
MP: Yo pienso que más que actitudes conscientes hacia mi película, eran actitudes viscerales a lo que la película personificaba, a lo que representaba la Escuela de Cine, o a la exigencia de libertad y renovación que nosotros traíamos. Era una actitud de rechazo visceral, no fundamentada en nade religioso.
AGR: Pero García Escudero, según se ha dicho, favoreció esta Escuela de Cine y esta regeneración…
MP: Mira, te voy a decir una cosa: nosotros fuimos manipulados. Y al mismo nivel, también fue manipulado García Escudero, aunque él era un posibilista de los que analizaba minuciosamente hasta dónde se puede llegar dentro de las rígidas estructuras que había entonces en pleno franquismo, hasta qué grado de libertad se podía permitir. Él planificó eso con un límite, pero al ponerle límite escribió su epitafio…
AGR: ¿Por qué?
MP: Pues porque a la creación en libertad no se le pueden poner límites. Hasta el punto en que nosotros éramos su baza, nos admitía. Éramos los conejillos de indias con los que contaba para hacer su política de un nuevo cine español. Pero al mismo tiempo, nuestra exigencia iba mucho más allá de lo que él estaba dispuesto a permitirnos.
AGR: ¿Hablabas a menudo con García Escudero?
MP: Muy poco. Yo le tengo un gran afecto y un gran aprecio, pese a todo y pese a las reservas que él pueda tener hacia mí. Cuando yo protesté por los cortes que le había hecho a “La tía Tula”, él creyó que mi protesta era excesiva, extemporánea y perjudicial.
AGR: ¿Tu temperamento no perjudicó tu carrera posterior?
MP: Es el mismo que he tenido siempre. Puede, aunque creo que todos los que hacíamos cine en esa época teníamos la misma exigencia. Carlos Saura, Marco Ferreri, Basilio Martín Patino, José Luis Boráu, Manuel Summers o cualquier de mis compañeros protestaban y exigían la misma libertad de expresión que yo pedía. Más guerra que dio Summers con la censura, que llegó a enfrentamientos profesionales… Yo no llegué a eso, ni busque enfrentarme con ella.
AGR: Pero esa censura dejó salir obras como la tuya y otras bastante fuertes que dirigieron por esos años los directores que mencionabas.
MP: Sí, porque en esos momentos era muy contradictoria la situación: era sí, pero no, sí pero hasta aquí. Mientras estábamos hasta aquí muy bien; pero al pasar de aquí ya éramos enemigos. No se nos permitía esa exigencia de libertad que queríamos. Aunque con la llegada de Sánchez Bella y Robles Piquer fue trágico. El cine español pegó un retroceso que ha durado casi hasta hoy.
AGR: ¿No crees que aquel momento de transición en el que se ruedan vuestras películas, la palabra final no la tenía Manuel Fraga?
MP: Yo creo que sí. Pues siempre ha sido un hombre muy manipulador y muy controlador.
AGR: ¿”La tía Tula” la llegó a ver Luis Buñuel?
Sí, la vio conmigo.
AGR: ¿Y qué le pareció?
MP: Yo siento un enorme pudor por utilizar sus palabras en beneficio propio. Lo que él me dijo quedó para mí y nadie más.
AGR: A mí me mencionó que le gustó mucho.
MP: Le gustó enormemente. Es la primera vez que lo digo, y es porque me dices que te lo dijo a ti.
AGR: ¿Puedes contarnos este encuentro o encuentros con Buñuel, porque creo que fueron varios?
MP: Sí fueron varios. He estado comiendo varias veces con él. Soy amigo de un sobrino suyo y gracias a ello he podido acceder en varias ocasiones a Buñuel. Aunque yo lo conocía de antes. A mí, quien me lo presentó por primera vez fue José Luis Sáenz de Heredia (que era el Director de la Escuela de Cine). En una ocasión estuvimos cenando juntos Sáenz de Heredia, Buñuel, Patino y yo. Después de la cena fuimos al Teatro María Guerrero a ver un espectáculo de coros y danzas muy bonito. Esa es la primera vez que hablé con Buñuel. Luego, estando rodando “Viridiana”, celebró su cumpleaños y nos invitó a Ferreri, Carlos Saura y a Juan Antonio Bardem (en la foto que ilustra este reportaje). Después coincidimos rodando “Tristana”. Y tras terminar el rodaje, me fui con su sobrino a comer con él. Fue entonces cuando me preguntó si le podía pasar “La tía Tula” (me dijo que era un proyecto que estuvo a punto de rodar en México). Cogí la película, nos fuimos a una sala y se la pasé. Más tarde hablamos un buen rato sobre ella, y por lo que le oí le gustó muchísimo.