Los décimonovenos premios cinematográficos José María Forqué ya son historia. Se celebraron ayer entre algunos momentos buenos y entretenidos y el tedio habitual al que nos tienen acostumbrados el guion y la escenografía tipo Hollywood que diseñan los realizadores y presentadores. Pero como lo importante era premiar una película, así se hizo cuando se abrió el sobre para ver cuál de las cinco que competían (“Las brujas de Zugarramurdi” de Alex de la Iglesia; “15 años y un día” de Gracia Querejeta; “Una pistola en cada mano” de Cesc Gay; “La gran familia española” de Daniel Sánchez Arévalo; “El cuerpo” de Oriol Paulo; y La herida” de Fernando Franco) se quedaba con la rosca. Y esta fue para la ópera prima de Fernando Franco que ya había demostrado sus habilidades como montador –un trampolín desde donde han saltado a la dirección importantes cineastas– en títulos como “Blancanieves” (Pablo Berger, 2012) y “Alacrán enamorado” (Santiago Zannou, 2013).
Quizá lo más llamativo de este premio sea que recompensa a una película que se filmó con un reducido presupuesto y utiliza a actores de escasa relevancia popular, pero que interpretan su papel con una extraordinaria sensibilidad y ternura, sobre todo Marian Álvarez, aunque no le van a la zaga Rosana Pastor, Manolo Solo y Andrés Gertrúdix: ninguna estrella (española) entre ellos, pero con perspectivas de serlo si el cine español le presta más oportunidades como esta. “La herida” es una producción de Elamedia y Encanta Films, con una importante ayuda del Gobierno vasco que apenas ha hecho taquilla (¡solo 72.000€! y 13.000 espectadores hasta la fecha) que aún no se ha estrenado en formato casero físico ni en VOD (lo hacen a finales de mes), lo que da idea de la dificultad que sigue teniendo el cine español para encontrar caminos que lo hagan rentable, al menos entre su público natural. Esperemos que este premio le sirva para abrirse camino, sobre todo, en el “home video” pues vemos difícil que las salas le presten apoyo. Quizá si se confirma de nuevo que la película que gana el Forqué es la que se llevará más tarde el Goya, Franco y los productores de “La herida” consigan hacerla rentable.
Respecto a la gala, como decimos, aburrida y muy parecida a la de otros años. La industria cinematográfica estaba presenta en el madrileño Palacio Municipal de Congresos, lugar donde se celebró el espectáculo, por cierto poco reseñado en los principales medios de comunicación (El Mundo no le dedicó ningún destaque en su página de internet, mientras que El País y ABC la relegaban a una simple noticia escondida entre las numerosas informaciones del día). Quizá los organizadores, EGEDA principalmente, debieran preguntarse cuál es la verdadera capacidad de comunicación de sus agencias de relaciones públicas. Ni una sola línea en El País de papel del día siguiente. Algo funciona mal, y el principal perjudicado es el cine español –”La herida” en este caso–. Sigue existiendo un profundo distanciamiento entre nuestra prensa y la industria cinematográfica española.
Y hablando de distanciamientos, de igual calibre o mayor es el que existe entre esa industria y nuestro gobierno. Lo confirmó la monumental pitada que recibió José Ignacio Wert, Ministro de Cultura (además de Educación y Deportes) cuando hablaba a los presentes en la sala. Ya antes había escuchado en más de diez ocasiones la palabra piratería como una de las causantes del estado crítico de nuestra industria. También el IVA por supuesto, y la falta de ayudas a la producción. Pero la piratería es el Rey de este desaguisado que vive el cine español y el extranjero en España. Así que a nadie le extrañó que se multiplicaran en la ceremonia las quejas al responsable de que se arregle. El propio Agustín Almodóvar (Medalla de Oro de EGEDA 2014), en la recogida del galardón le espetó: “Necesitamos y queremos tener un marco legal adecuado y coherente para nuestra industria”. También Cerezo le dijo: “Queremos competir en un mercado sin piratería, con las reglas de juego muy claras”.
Wert, que ya se ha acostumbrado en estos desencuentros a poner cara de póquer, les contestó con las mismas frases de esperanza y regulación legal que él y su Secretario de Estado de Cultura vienen pronunciando en estos dos últimos años, pero cuya realidad más dramática la expresan la inoperancia de la Comisión de Propiedad Intelectual y las más de 60 páginas piratas que existen actualmente alojadas en las tripas de internet, sin que ninguna ley de las aprobadas por el Gobierno hayan servido para eliminarlas y darle así aire a nuestra industria. Así que ese apunte de Wert de que “Habrá buenas noticias en las próximas semanas”, se tomó con la misma incredulidad que había pronunciado otros anteriores.
No es bueno que una ceremonia como esta –y nos tememos que la de los Goya vaya por idéntico camino– se resuelva en rifirrafes entre los protagonistas y responsables de que la Industria Cultural de nuestro país camine con la misma seguridad jurídica que en los países de nuestro entorno. Llevamos ya demasiado tiempo de enfrentamientos y cambiando los papeles de unas ceremonias que deberían servir más para ensalzar nuestro cine y hacerlo más rentable en la taquilla y en casa que para tirarse los trastos a la cabeza de lo queda de él.